“El león de la pradera” es una especie de fábula moderna que bebe del surrealismo, haciéndola más atractiva para los lectores más pequeños. La neozelandesa Margaret Mahy, en colaboración con la dibujante Jenny Williams, tuvo un golpe de suerte y vio cómo pasó de ser una artista local a tener reconocimiento internacional y publicar 5 libros ilustrados en un año. El relato que aquí se plantea nos habla del miedo y de la amistad, y de la difusa frontera que hay entre éstos y los conceptos más opuestos. El niño protagonista teme mucho a ser emboscado por un león en plena pradera, pese a que estos animales ni siquiera la habitan. Tal es su miedo que su madre le da una caja que dice que al abrirla saldrá un dragón a defenderle. La desbordante imaginación del protagonista se materializa, puesto que abre la caja y aparece un dragón todavía más terrorífico que el propio león. León y niño se hacen amigos y se ocultan del temido dragón. Como antes se ha comentado, este libro es una fantástica fábula contemporánea con elementos fantásticos y reflexiones más ajustadas a los tiempos que corren.
De la saga homónima, este libro es realmente el segundo de la misma. La saga completa de “La casa de la pradera” cuenta la infancia de la autora, y se inició con el fabuloso “La casa del bosque”. En este libro se cuenta el viaje de la pequeña Laura Ingalls con su familia desde Wisconsin hasta Kansas. Los padres de Laura muestran una actitud positiva que intentan transmitir a la niña para que se sienta segura a lo largo del viaje y para que distraiga su mente de los peligros del camino. La precisión histórica del relato es admirable, y se describen paisajes, vestimentas, costumbres y la presencia de los nativos norteamericanos. Como en otras novelas de Ingalls, la mirada es más adulta de lo que puede parecer, y la melancolía y crudeza conviven con la inocencia de la pequeña protagonista. Una imprescindible de la literatura infantil de Estados Unidos.
La segunda novela de Laura Ingalls Wilder tiene un protagonista masculino. “Un granjero de diez años” está inspirado en la vida del marido de la autora y, al igual que el resto novelas de Ingalls, es un vivo retrato de la vida en Estados Unidos a lo largo del siglo XIX. Almanzo es un chico de nueve años que sueña con ser granjero y así suceder a su padre. Por ello, todos los días se levanta temprano para hacer labores en la granja antes de marchar hacia la escuela. Almanzo disfruta esquilando ovejas, alimentando al ganado y limpiando el establo. De igual forma, lo que más divierte a Almanzo es montar a caballo. Igual que en otros casos, el propósito de Ingalls es mostrar la vida rural de su país con una presentación histórica impecable y una melancolía propia de un estilo de vida antaño muy extendido pero ahora casi olvidado.
La prestigiosa Laura Ingalls escribió “La casa del bosque”, su primera novela, cuando tenía más de 60 años. Igual que el resto de narraciones de Ingalls, “La casa del bosque” contiene retazos de las memorias de la autora y de sus antepasados. En este caso en particular, la protagonista, también llamada Laura, vive con su familia en una casa hecha de madera en medio del bosque. La familia está formada por su hermana mayor, por un bebé y por sus padres. Aprendiendo de todo lo que su padre hacer, la familia sobrevive en la inmensidad de la naturaleza sin tener ningún pueblo u otras casas próximas a ella. La vida en el bosque transcurre entre la caza de animales, la elaboración de queso y mantequilla, el curtido de pieles o la diversión en torno al fuego. “La casa del bosque” es una experiencia rural inigualable, pues además de los valores del campo se mantiene en todo momento un tono nostálgico y el realismo que alcanzan las novelas de Laura Ingalls es notable.