Allan Baillie y Jane Tanner, autor e ilustradora, formaron un tándem para sacar a la luz uno de los libros más peculiares publicados. “Drac y el Gremlin” es un cuento que tiene como particularidad el narrar dos historias aparentemente diferentes pero en el fondo iguales, todo es cuestión de la interpretación. Y es que el texto parece ir por un lado y las ilustraciones por otro. Los dibujos embelesan al lector, pues el estilo de Tanner es muy sensorial y realista, realmente evocador. Además, se manifiestan sensaciones positivas y alegres. No tan optimistas son las palabras de Baillie, quien muestra que el trasfondo es más serio y grave. Flores, animales, reinas, magos, monstruos, dragones y un sinfín de imaginativos personajes pueblan “Drac y el Gremlin”, un experimento de literatura infantil que ningún pequeño lector debería pasar por alto.
El matrimonio Ahlberg es célebre por su originalidad a la hora de crear obras infantiles, tanto desde el punto de vista narrativo como material. Este “El cartero simpático o unas cartas especiales” está repleto de desplegables, generalmente en forma de cartas de los muchos personajes que desfilan por él. Y es que los Ahlberg crean la figura del cartero simpático para aglutinar en un mismo libro a muchos de los personajes del imaginario popular que proceden de los cuentos y canciones tradicionales. Además, incluso se atreven a mostrar la idea de que todos pertenecen al mismo universo fantástico. No es extraño ver entre las páginas de esta obra a Ricitos de Oro interactuar con la Cenicienta, duendes, brujas, Jack, el Gigante o los Tres Ositos, por poner algunos ejemplos. Es decir, un fascinante cuento de cuentos que entretendrá a los más pequeños, quienes disfrutarán viendo a sus personajes favoritos de siempre.
El libro de “Bill el ladrón”, del matrimonio Ahlberg, es una excepción dentro de los libros infantiles. Mientras que todos los demás cuentos de estas edades tienen protagonistas cargados de bondad y buenas intenciones, los personajes principales de este cuento son ladroenes. Bill y Betty se introducen en casas ajenas para robar objetos que más adelante se dan cuenta que no necesitan en absoluto. Los niños focalizarán su atención más bien en los objetos que cogen y en las formas que Bill y Betty tienen de pasar desapercibidos. Cuando descubren que se sienten mal con su trabajo, vuelven sigilosamente a las casas para devolver los objetos a su sitio. Así se crea un clima de redención que deja un buen mensaje entre los más pequeños. Las ilustraciones muestran unos ladrones estereotipados pero también muy humanos, con una vida tras su trabajo como la de cualquier otra persona.