“Chanticleer y el zorro” es una adaptación de uno de los “Cuentos de Canterbury”. El relato original, titulado “Cuento del capellán de monjas”, es reescrito por la genial Barbara Cooney e ilustrado con la técnica del esgrafiado, dando lugar a una magnífica fábula más adaptada para un público infantil. La historia de Cooney , por la cual ganó la Medalla Caldecott en 1959, deja de lado las intrigas más adultas y la narración al estilo medieval, y cuenta cómo una viuda vive en una granja junto a sus hijas criando animales. Los verdaderos protagonistas, como en otras fábulas, son dichos animales. Concretamente Chanticleer, un gallo al que todos adoran y que conquista a la bonita gallina Pertelote. No obstante, la vanidad de Chanticleer y sus ganas de ser adulado le juegan una mala pasada, pues se deja embaucar por un zorro y éste lo secuestra. El gallo consigue volver a la granja pero lo hace con los pies en el suelo y sabiendo que no debe fiarse de nadie que utilice su punto débil para aprovecharse de él.
“El hombre del carro de bueyes” es una oda a la vida rural norteamericana del siglo XIX. En esta historia se describe el devenir de una familia en la que padres e hijos trabajan con tal de salir adelante. La importancia de respetar los ciclos de cultivo, las labores del campo y el autoabastecimiento sirven para mostrar cómo nuestros antepasados vivían anclados en una rutina de supervivencia sin dejar de tener una vida satisfactoria. Aunque a priori esto no parezca divertido, a los niños les encanta adivinar qué va a pasar a continuación, en la siguiente estación del año. La previsibilidad del argumento les hará sonreír cada vez que lo adivinen. Además, simultáneamente se les inculcan valores de trabajo, convivencia y esfuerzo. El autor Donald Hall se inspiró en un poema propio para desarrollar esta historia, y se asoció con la artista Barbara Cooney para incorporar ilustraciones sencillas pero cargadas de información.