Muchos padres pagarían por entender los entresijos de la mente de un niño, y así saber cómo tenerlo contento en todo momento. Aunque esto resulte banal, es algo muy importante durante la infancia, y los propios progenitores son conscientes de que la felicidad de su hijo, tanto en ese momento como posterior, depende en gran medida de cómo vivan la primera etapa de su vida. “Un globo para el abuelo” ejemplifica este conflicto y da una solución perfecta. El relato se inicia con la aflicción de Sam tras ver cómo un globo se escapa de su casa por la ventana y emprende el vuelo. Aunque el padre es consciente de que es irrecuperable, sabe darle un giro al argumento imprimiendo luz a la tristeza de Sam. Y es que le cuenta que el globo se ha ido a visitar a su abuelo Abdulla al norte de África. Sam se convierte en ese momento en el niño más dichoso que puede haber, pues así siente que establece una conexión con su abuelito y éste sabrá que su nieto se acuerda de él. Una vez más, Nigel Gray nos deleita con su habilidad para relatarnos historias familiares sutiles y bellas, inspiradas en la propia dureza de su infancia, que alegran la psicología infantil.
“El chico del río” aborda con habilidad la temática de la comunicación intergeneracional, especialmente entre abuelos y nietos. Jess y su abuelo tienen muy buena relación, pero el anciano sufre una enfermedad y su hora está cerca. Para satisfacer sus últimos deseos, la familia de Jess viaja junto con el abuelo al lugar donde éste creció y se crió, un precioso y misterioso valle. El abuelo quiere pintar un cuadro llamado “El chico del río” empleando el bello paisaje. Jess se entretiene nadando a lo largo del río que fluye por el valle, y ella acaba conociendo a un extraño chico que nada muy bien. Curiosamente, este personaje desaparece al fallecer su abuelo… El uso de la fantasía sobrenatural junto a temas de enfermedad y muerte es llevado a la perfección por Tim Bowler, quien recibió por esta espléndida novela la Medalla Carnegie en 1997.
La historia de “Heidi” es todavía muy conocida gracias a la serie japonesa de dibujos animados. Esta entrañable niña es trasladada a un ambiente bucólico, donde debe vivir entre montañas junto a su abuelo. Allí se hace amiga de Pedro, un joven pastor. La niña le sirve al abuelo para volver a apreciar la bondad humana, y abre su corazón a llevarse bien con los vecinos del lugar. Los peores momentos para la niña llegan cuando es trasladada a la ciudad para ser instruida por la señorita Rottenmeier, junto a la niña inválida Clara. Finalmente, vuelve al campo, a su vida preferida, donde siguen sus aventuras. La autora Johanna Spyri pretendía mostrar el impacto sobre los niños al ser criados en plena naturaleza, y el espíritu amable que ésta despierta en ellos.
John Prater, como otros autores, ideó sus libros infantiles al observar el comportamiento de sus hijas. Éste muestra la primera infancia de una forma cálida y cercana, con poco texto pero con imágenes simples y emocionales. La historia gira en torno a un bebé oso que no para de jugar con su abuelo oso, algo muy sencillo, pero que para el osezno supone un conjunto de aventuras. Porque, al fin y al cabo, ése es el punto de vista que tienen los más pequeños de la vida. A pesar del poco texto, éste es pegadizo y cantable, y acompaña perfectamente las expresiones de los osos.