Muchos padres pagarían por entender los entresijos de la mente de un niño, y así saber cómo tenerlo contento en todo momento. Aunque esto resulte banal, es algo muy importante durante la infancia, y los propios progenitores son conscientes de que la felicidad de su hijo, tanto en ese momento como posterior, depende en gran medida de cómo vivan la primera etapa de su vida. “Un globo para el abuelo” ejemplifica este conflicto y da una solución perfecta. El relato se inicia con la aflicción de Sam tras ver cómo un globo se escapa de su casa por la ventana y emprende el vuelo. Aunque el padre es consciente de que es irrecuperable, sabe darle un giro al argumento imprimiendo luz a la tristeza de Sam. Y es que le cuenta que el globo se ha ido a visitar a su abuelo Abdulla al norte de África. Sam se convierte en ese momento en el niño más dichoso que puede haber, pues así siente que establece una conexión con su abuelito y éste sabrá que su nieto se acuerda de él. Una vez más, Nigel Gray nos deleita con su habilidad para relatarnos historias familiares sutiles y bellas, inspiradas en la propia dureza de su infancia, que alegran la psicología infantil.
La escritora japonesa Keiko Sena destaca por su originalidad y por el poco convencionalismo existente en sus obras, tanto en su narración como en la forma de presentarlas. “El gato globo” se integra dentro de una saga conocida como “Gritando y lloriqueando”, en la cual Sena introduce reflexiones de forma muy sutil y extravagante. En este cuento, el protagonista es un gato que se enfada con facilidad, y que cuando esto sucede se le hincha la cabeza y se empieza a elevar cual globo. El gato se enfurruña, lloriquea, patalea y no es agradable con nadie. Sólo actúa de forma egoísta y no trata bien a nadie. Como consecuencia, el gato empieza a flotar tras hinchársele la cabeza, metáfora de las consecuencias que muchas veces acarrean nuestras acciones. Por ello, hay que pensar bien cuando tomamos una decisión, pues muchas consecuencias podrían derivarse de ella. Como podemos ver, la premisa es delirante y surrealista, muy propia de la literatura japonesa, de la cual Keiko Sena fue una fabulosa representante.