La controversia es una de las señas de identidad de las obras de Fleur Beale, escritora neozelandesa prolífica que recibió un premio nacional en 1999 por “No soy Esther”. Esta vez el turno es del sectarismo religioso y la fe ciega. La protagonista, Kirby, pierde a su madre en extrañas circunstancias y debe irse a vivir con su tío Caleb. Éste es miembro de la secta Hijos de la Fe, cuyos valores se oponen a las nuevas tecnologías y al estilo de vida moderno. Esto contraría mucho la moral de Kirby, quien no está a gusto con su nuevo rol. Mucho menos cuando oscuros y violentos detalles sobre la secta empiezan a descubrirse. La gota que colma el vaso es cuando le hacen cambiar su nombre original por el de Esther, algo por lo que nuestra protagonista no está dispuesta a pasar. La autora censura este tipo de prácticas religiosas y contextualiza al adolescente como moldeable en estos ámbitos, además de criticar abiertamente la crueldad e ignorancia de los que llevan a cabo estas actividades.
“El verdadero ladrón” hace gala de la habilidad de su autor, William Steig, para tratar reflexiones profundas de forma que los niños lo puedan entender y a través de animales. En este caso se habla de la avaricia y de la asunción de la culpa, y cómo nuestras acciones pueden afectar negativamente a otros. El protagonista es Gawain, un ganso que es guardián del tesoro del rey Basil, el cual es un oso. Gawain se percata un día que las piedras preciosas de Basil han disminuido en número, y da la voz de alarma. La solución fácil es acusar a Gawain, pese a que es por todos querido y su reputación está intacta. Aquí Steig nos ofrece una crítica de las miserias humanas, y cómo muchas veces los que son tratados con injusticia atraviesan momentos de soledad y depresión. El verdadero ladrón, que no es Gawain, se debatirá entre confesar y asumir las consecuencias, o callar y hacer recaer sobre su conciencia el castigo a Gawain. Más de un niño reflexionará con este relato y le hará pensar en las consecuencias de las acciones antes de realizarlas.