“El verdadero ladrón” hace gala de la habilidad de su autor, William Steig, para tratar reflexiones profundas de forma que los niños lo puedan entender y a través de animales. En este caso se habla de la avaricia y de la asunción de la culpa, y cómo nuestras acciones pueden afectar negativamente a otros. El protagonista es Gawain, un ganso que es guardián del tesoro del rey Basil, el cual es un oso. Gawain se percata un día que las piedras preciosas de Basil han disminuido en número, y da la voz de alarma. La solución fácil es acusar a Gawain, pese a que es por todos querido y su reputación está intacta. Aquí Steig nos ofrece una crítica de las miserias humanas, y cómo muchas veces los que son tratados con injusticia atraviesan momentos de soledad y depresión. El verdadero ladrón, que no es Gawain, se debatirá entre confesar y asumir las consecuencias, o callar y hacer recaer sobre su conciencia el castigo a Gawain. Más de un niño reflexionará con este relato y le hará pensar en las consecuencias de las acciones antes de realizarlas.
La literatura infantil alemana de los años 60’ tiene como firme representante a la trilogía de Otfried Preussler iniciada con “El ladrón Hotzenplotz”. El autor se inspiró en los típicos muñecos de su país para crear una enrevesada trama dirigida al entretenimiento infantil. El protagonista es Hotzenplotz, quien roba el molino de café de Kasperl. Un policía inicia una búsqueda para atrapar a Hotzenplotz pero, al no conseguir, el propio Kasperl y Sepperl idean un plan por su cuenta. A partir de entonces la historia se enreda con la aparición de hadas, castillos, magos, hechizos, mazmorras e identidades falsas. El argumento se complica y tiene varios giros de guión, y el autor no pudo cerrar el cuento en una sola entrega. Para ello, finalmente creó una trilogía. Y hubieran podido ser más libros, ya que Preussler fue presionado por sus pequeños fans para ampliar esta clásica historia que tiene identidad propia.
El libro de “Bill el ladrón”, del matrimonio Ahlberg, es una excepción dentro de los libros infantiles. Mientras que todos los demás cuentos de estas edades tienen protagonistas cargados de bondad y buenas intenciones, los personajes principales de este cuento son ladroenes. Bill y Betty se introducen en casas ajenas para robar objetos que más adelante se dan cuenta que no necesitan en absoluto. Los niños focalizarán su atención más bien en los objetos que cogen y en las formas que Bill y Betty tienen de pasar desapercibidos. Cuando descubren que se sienten mal con su trabajo, vuelven sigilosamente a las casas para devolver los objetos a su sitio. Así se crea un clima de redención que deja un buen mensaje entre los más pequeños. Las ilustraciones muestran unos ladrones estereotipados pero también muy humanos, con una vida tras su trabajo como la de cualquier otra persona.
Arsenio Lupin es famoso por considerarse el contrapunto del archiconocido Sherlock Holmes. No es que ambos fueran personajes de una misma historia (aunque Lupin lo citó en alguna obra), sino que su éxito y sus paralelismos los llevaron a ser muy comparados al principio del siglo XX. En esta comparativa, Arsenio Lupin sería un antihéroe, un antagonista, ya que se trata de un magistral ladrón. Sus elegantes fechorías se desarrollan a lo largo de más de 20 volúmenes. Lupin es un delincuente, pero no deja de ser un caballero y tiene unas reglas morales muy bien definidas dentro de su juego. Se trata de un personaje amado y odiado a partes iguales. Se comporta como un donjuán al tiempo que roba con sutileza. Los textos de Maurice Leblanc suelen ser irónicos, burlones, igual que Lupin, y por ello han hecho historia dentro del género policíaco. La primera colección de relatos es una buena muestra del carisma de este ladrón de guante blanco.