Desde el punto de vista puramente artístico, “La madre tatuada” es una obra tremendamente original, tanto por la forma de narrar de Jacqueline Wilson como por el uso inteligente de recursos en las ilustraciones por parte de Nick Sharratt, como el incrustar el texto en los tatuajes de la madre. Las protagonistas son Dolphin y Star, dos niñas cuya madre es mentalmente inestable y con la que deben convivir día tras día sin predecir su comportamiento. Unos días su madre, llamada Marigold, se entrega por completo y es muy divertidad mientras que otros, no da palo al agua y las hijas deben tomar las riendas de la familia para salir adelante. Esta desestructuración provoca que las niñas maduren a la fuerza. Aunque también es diferente la manera en que cada una afronta la problemática. Star, por un lado, es cínica y tajante con su madre; por otro lado, Dolphin sabe sacar lo mejor de Marigold y exprimir los días buenos. Es el contrapunto que realmente necesita la familia para no irse a pique. Wilson nos muestra lecciones compasivas sin caer en el sentimentalismo, y entendiendo que esta desgarradora historia muestra una circunstancia desafortunadamente común.
¿Qué pasaría si de repente una madre abandonase a un niño cuando todavía está dando sus primeros pasos? Aunque esto es prácticamente inconcebile que pase entre las personas, es algo que forzosamente se da en el mundo animal. Los protagonistas de este enternecedor cuento son dos oseznos, un macho y una hembra, que han estado durante el invierno resguardados en una madriguera protegidos por su mamá. No obstante, un día su madre sale de la madriguera y repentinamente se encuentran solos. Además de sobrevivir, los pequeños osos se cuestionarán si su madre los ha abandonado o le ha pasado algo. La interacción entre los dos hermanos añade toques de humor, puesto que es un diálogo infantil y plantean preguntas que los adultos ni contemplan. Los osezos se ven obligados a dejar la madriguera y buscarse la vida, no siendo realmente conscientes de los peligros que afuera le aguardan. “Érase una voz dos osos” es una entrañable historia de la mano de la autora suiza Hanna Muschg.
La historia contada en “Arándanos para Sal” refleja con diversión el encuentro entre dos especies diferentes. Sal es una niña que tiene que ayudar a su madre a recoger arándanos durante todo el día. La pequeña traviesa se come los arándanos a medida que los coge, lo cual hace que no haya volumen suficiente para la conserva. Pero ese no es el único conflicto del libro. Dos osos, madre e hijo, están robando arándanos para comérselos antes de hibernar. Cada uno de los cuatro individuos está haciendo su trabajo cuando se dan cuenta que se desvinculan de su ser querido. Finalmente, el osezno choca con la madre de Sal, y lo mismo sucede con Sal y la osa. Todo queda en un susto y vuelven a encontrarse, a pesar de que nadie le ha hecho a nadie. Se trata de un cuento en el que cada personaje se reencuentra con su identidad tras haberse quedado absorto en su trabajo. La intriga en torno a qué le pasará a cada uno también es un componente esencial de la historia. El autor, Robert McCloskey, se inspiró en su hija y su mujer para los personajes de “Arándanos para Sal”.
“Las fortunas de Philippa” es un retrato biográfico de la madre de la autora, Angela Brazil, quien fue transportada de Brasil a la Inglaterra victoriana para vivir en un internado. Este ambiente es reflejado cruelmente, no como sucede en otras historias, sobre todo porque se critica el papel de la mujer en la sociedad de la época. Situaciones opresivas son denunciadas levemente, aunque la autora estaba más preocupada por entretener que por emitir lecciones. Diferentes vivencias son detalladas en el libro, desde la práctica de deportes hasta relaciones sentimentales. La autora siguió utilizando los mismos personajes en una serie de libros más, y muchas veces su punto de vista de la juventud victoriana peca de infantil. No obstante, también es cierto que en la sociedad británica el arraigo de los valores ha hecho que este tipo de situaciones sigan vigentes hoy día. Se trata de uno de los primeros libros escritos en primera persona por una figura femenina.
La historia de este clásico infantil es muy sencilla: tres pequeñas crías de búho que esperan a su madre en la noche. Estas tres crías (Sarah, Percy y Bill) se encuentran inquietas, y tratan de tranquilizarse entre sí. Al final, en un clima de desasosiego creciente, la madre aparece. Las ilustraciones, que contrastan perfectamente el color claro de los búhos con la oscuridad del paisaje nocturno, también encajan con las figuras retóricas del texto, dotándole de un ritmo especial. A pesar de la sencillez de las situaciones, las diferencias entre éstas se captan perfectamente y es un libro útil para transmitir la angustia infantil frente a ciertos acontecimientos.
“Adivina cuánto te quiero”, de Sam McBratney, fue finalista en 1994 del Premio Kurt Maschler, y rápidamente se ha convertido en un reconocido libro infantil a nivel internacional. Se trata de un conmovedor relato sobre el amor entre una madre y su hija. Las protagonistas son dos liebres, la Pequeña Liebre Colornuez y la Gran Liebre Colornuez. La historia transcurre en el ámbito rural pero el comportamiento de las liebres se acerca al de un humano, como si se tratara de una niña y una mujer. Esto hará que los lectores se sientan más identificados y que sientan más cercana la ternura que los versos de McBratney transmiten. Junto a ellos, las ilustraciones de Anita Jeram aportan realismo a la historia, y apuntalan la tranquilidad que el libro pretende transmitir. La clave narrativa es que la pequeña liebre pregunta a su mamá “Adivina cuánto te quiero”, y las respuestas de ésta, cada vez más ingeniosas, llegarán al corazón de los más pequeños y harán que quieran de inmediato abrazar a su propia madre y sentirse protegidos.