El éxito comercial de la primera publicación de “Pablo Diablo” (“Horrid Henry” en su versión original) se vio reforzado con una tremenda acogida de las siguientes entregas de la serie, que elevaron el número de ejemplares vendidos a casi veinte millones. Esto propició la adaptación de las historias de este travieso chico a televisión, y a que incluso tenga su propio sitio web. La trama ideada por Francesca Simon y los enérgicos dibujos de Tony Ross se complementan para crear una historia fresca que bebe mucho de los antiguos pillos, idiosincráticos de la literatura infantil británica de mitad del siglo XX. Pablo Diablo es revoltoso y vive el día a día como si fuese una aventura, exprimiendo sus energías al máximo. En sus peripecias lo acompañan un sinfín de secundarios de divertidos nombres y extravagantes comportamientos. Situaciones cotidianas, tanto en familia como en la escuela, se desvirtúan y provocarán carcajadas a los lectores. Éste es el principal gancho de esta aclamada saga, imprescindible obra infantil de las dos últimas décadas.
Las historias de Guillermo reportaron éxito a Richmal Crompton durante sus 38 entregas diferentes. Aunque actualmente esté un poco descontextualizada, la trama sigue siendo una fuente de diversión para los niños más intrépidos y rebeldes. Guillermo (William Brown en su versión original) es un chico muy revoltoso que lleva de cabeza a toda su familia. Sus diabluras causan estragos en su barrio, y aunque él no lo sienta así, mete en serios apuros a muchos de sus vecinos. Guillermo es capaz de sacar de quicio a cualquier persona, y aun así se las arregla para no ser castigado manipulando sentimentalmente a los adultos. Se trata de una realidad un tanto desfigurada pero que resultará muy atractiva para los niños más traviesos. Guillermo no es malo, pero sus cualidades y su imaginación no las utiliza provechosamente. Esta es una buena lección para los pequeños, saber sacar ventaja de sus virtudes.
Este libro del caricaturista y poeta Wilhelm Busch resultó muy controvertido en su tiempo, y aún hoy la crítica está dividida en considerarlo un simple cuento de travesuras, o si éstas van más allá de lo moralmente aceptable. Los protagonistas, Max y Moritz, son dos niños que intentan superar cualquier represión adulta con ingeniosas fechorías. No obstante, sus actos son cuanto menos cuestionables: hacer caer señores mayores al río, matar pollos, poner dinamita en una pipa, etc. Su final tampoco es convencional, ya que los niños son triturados en un molino. Al margen de esta actitud transgresora, el libro es muy ingenioso y sus ilustraciones se consideran precursoras de los cómics actuales. Además, está profundamente arraigado en la literatura infantil alemana.
“Buen perro, Carl” es un cuento que destaca por la maestría de sus ilustraciones. De hecho, se puede seguir perfectamente la historia a pesar de no tener casi texto (doce palabras en total). Puede parecer un argumento rebelde, el cual hay que leer sin ideas preconcebidas. En él, la madre, que se va a comprar, deja al bebé al cuidado de Carl, un perro rottweiler. Entonces ambos, perro y bebé, aprovechan para cometer travesuras, estando Carl siempre atento de que no le suceda nada malo. Antes de que vuelva la madre, el perro se encarga de ponerlo todo en orden, y cuando ésta retorna, le dice la frase que da título al libro. Es el primero de una serie de títulos.