“El árbol generoso” es la primera obra infantil de Shel Silverstein y desde el primer momento tuvo cierta polémica. Silverstein había escrito previamente novelas para adultos, poemas y había pintado. Lo que algunos critican de este entrañable cuento es que un niño puede pensarse que tiene derecho a pedir todo. No obstante, se trata de una magnífica historia de amor entre una figura paternal y un chico pequeño. El niño acude a menudo al árbol, quien es su mejor amigo, y disfruta subiéndose a sus ramas y deslizándose. El árbol le da todas sus manzanas al niño. No obstante, cuando éste crece, cada vez pide más y más cosas. Y algunas de ellas el árbol no se las puede facilitar directamente pero se sacrifica al máximo con tal de hacer feliz al niño que quiere. Aunque podemos vislumbrar que consentir a un niño no es correcto, también se pueden extraer valores en los que un padre hace todo lo posible por sus hijos. Eso por no hablar de las muestras de generosidad y amabilidad del árbol sin solicitar nada a cambio.
“Los árboles son hermosos” fue la obra ganadora de la Medalla Caldecott en 1957. El esfuerzo conjunto de Janice May Udry y Marc Simont valió la pena para crear un libro con un lenguaje sencillo pero con tremenda fuerza poética, a la vez que unas deliciosas ilustraciones llenas de expresividad. Los protagonistas del relato son árboles, y con ello se puede esclarecer cómo la autora pretende transmitir el amor por la naturaleza. Considerado un libro infantil ecologista, en él se le transmiten al niño nociones del abanico de ideas de por qué un árbol es tan importante. Un árbol es esencial para la vida del resto de seres, algunos incluso nos dan de comer, pero es que también sirve para divertirse con ellos o como compañeros de relax. La autora también mostró algunas ideas desternillantes respecto a los árboles, por lo que el libro no pierde fuerza en el sentido humorístico. Udry fue fiel a su máxima de que “un buen libro infantil no debe aburrir a un adulto” con esta magnífica pieza.