Los duendecillos son seres fantásticos a menudo simpáticos y con buenas intenciones, pero a los cuales a veces los niños temen porque simplemente se inmiscuyen sin avisar en sus vidas. Esto es lo que suele hacer Dick, un pequeño duende de muy buen carácter y voluntarioso, que a pesar de ello debe esconderse de las miradas de los humanos. Dick habita una mansión de la campiña inglesa en plena Guerra Civil. Éste se encarga de barrer de vez en cuando y evitar que sucedan desastres, todo sin mostrarse a los demás y sin recibir agradecimientos por ello. Los nuevos propietarios de la casa son menos supersticiosos que los anteriores, y por eso para ellos lo sobrenatural y fantástico pierde fuerza. Su fe, no obstante, la recobrarán cuando Hobberdy ayude al hijo de la familia a conseguir el amor de la chica a la que quiere, y cuando salve a la hija de que unas brujas la secuestren. Como podemos imaginar, un fabuloso relato de un género bien conocido y representativo de la literatura infantil británica, la fantasía y la magia englobadas en situaciones realistas. Y todo esto a cargo de una experta en el campo del folclore y la tradición ingleses: Katharine M. Briggs.
Allan Baillie y Jane Tanner, autor e ilustradora, formaron un tándem para sacar a la luz uno de los libros más peculiares publicados. “Drac y el Gremlin” es un cuento que tiene como particularidad el narrar dos historias aparentemente diferentes pero en el fondo iguales, todo es cuestión de la interpretación. Y es que el texto parece ir por un lado y las ilustraciones por otro. Los dibujos embelesan al lector, pues el estilo de Tanner es muy sensorial y realista, realmente evocador. Además, se manifiestan sensaciones positivas y alegres. No tan optimistas son las palabras de Baillie, quien muestra que el trasfondo es más serio y grave. Flores, animales, reinas, magos, monstruos, dragones y un sinfín de imaginativos personajes pueblan “Drac y el Gremlin”, un experimento de literatura infantil que ningún pequeño lector debería pasar por alto.
Muchos padres pagarían por entender los entresijos de la mente de un niño, y así saber cómo tenerlo contento en todo momento. Aunque esto resulte banal, es algo muy importante durante la infancia, y los propios progenitores son conscientes de que la felicidad de su hijo, tanto en ese momento como posterior, depende en gran medida de cómo vivan la primera etapa de su vida. “Un globo para el abuelo” ejemplifica este conflicto y da una solución perfecta. El relato se inicia con la aflicción de Sam tras ver cómo un globo se escapa de su casa por la ventana y emprende el vuelo. Aunque el padre es consciente de que es irrecuperable, sabe darle un giro al argumento imprimiendo luz a la tristeza de Sam. Y es que le cuenta que el globo se ha ido a visitar a su abuelo Abdulla al norte de África. Sam se convierte en ese momento en el niño más dichoso que puede haber, pues así siente que establece una conexión con su abuelito y éste sabrá que su nieto se acuerda de él. Una vez más, Nigel Gray nos deleita con su habilidad para relatarnos historias familiares sutiles y bellas, inspiradas en la propia dureza de su infancia, que alegran la psicología infantil.
Hay recuerdos que resultan dolorosos, momentos que te acompañan a lo largo de tu vida de forma amarga. Es inteligente saber convivir con ellos. Mucha gente se empeña en darles la espalda, y eso a la larga es perjudicial. Éste es el leitmotiv de “La aritmética del diablo”, una genial novela que muestra el Holocausto judío de una forma nada convencional. La protagonista, Hannah, es nieta de una víctima del horror de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, poca atención presta a su abuelita cuando se reúnen en la Pascua judía y le cuenta sus historias. Empleando como excusa ciertos eventos de esta celebración religiosa, la fabulosa Jane Yolen (celebérrima autora de segunda mitad del siglo XX) hace viajar a Hannah en el tiempo y la transporta a los campos de concentración. El álter ego de Hanna es Chana, una huérfana deportada a Auschwitz. Esta experiencia sobrenatural permitirá a Hanna saber lo vivido por su propia abuela, y hará que finalmente empatice con sus antepasados. Premio National Jewish Book, este relato es un imprescindible de la ficción histórica de la mano de la conocida como “Esopo del siglo XX”.
La superación femenina a lo largo de la historia ha sido admirable. Sin embargo, muchas veces es complejo luchar contra las ideas preconcebidas y contra los ambientes tradicionalmente masculinos. Ésta es la premisa de “Bilgewater”. El título del libro es una abreviatura de “Bill’s daughter” o “Hija de Bill”. La protagonista, Marigold, es hija de Bill, un profesor de un internado para chicos. Ella vive allí con su padre y es educada entre chicos. Marigold es discreta y a menudo pasa desapercibida. Es una chica cuya idea del amor está basada en las lecturas más románticas. Su ingreso prematuro en Cambridge hará que muchos se fijen en ella. No obstante, ella quiere encontrar a su “príncipe”, su alma gemela que la haga feliz toda su vida. A medida que Marigold conoce a más personas y viaja, se da cuenta de que no hay que juzgar a nadie por sus apariencias, y madura en su visión del mundo. Un cambio que, de otra forma, todos hemos experimentado, y que con gran habilidad nos relata Jane Gardam en “Bilgewater”.
Jane Gardam quiso alejarse de la tendencia de muchas novelas que fueron publicadas en Reino Unido en los años 60 y 70 y que tratan temáticas complejas y angustiosas. Esta autora empleó la Segunda Guerra Mundial como marco temporal pero ofrece un escenario sencillo, un reducto de felicidad entre tanta inseguridad. La protagonista es Jessica Vye, una adolescente de trece años apasionada de la escritura y que vive en el norte de Inglaterra. En un pueblo de gente pobre y tradicional, Jessica sabe aferrarse con inteligencia a la rutina para disfrutar de la vida. Saborea lo aprendido en la escuela y la tranquilidad de su hogar. Incluso se permite el lujo de soñar con un futuro bonito y próspero, pese a que corren malos tiempos. Un toque de dramatismo lo aporta un prisionero de guerra italiano que intercambia confesiones con Jessica. Cualquier joven lector se querrá ver reflejado en Jessica y en sus valores de ilusión, sencillez y optimismo.
El contenido de “Luna de búho” es puramente lírico. El libro de Jane Yolen puede ser una de las mejores introducciones poéticas para los niños, ya que los versos están acompañados de las imágenes de paisajes nevados de John Schoenherr. La historia gira en torno a una niña que es llevada por su padre en medio de la nieve para ver un búho por primera vez. La pequeña protagonista quedará fascinada no sólo por el búho, sino por otras maravillas naturales que irá descubriendo. Es un cuento que resulta muy interesante para despertar la curiosidad por la naturaleza, para venerar las maravillas que nos rodean y para impulsar el respeto por el medio ambiente. También resalta la importancia del amor paternal. Todas estas cualidades lo convirtieron en el ganador de la Medalla Caldecott en 1988. El trasfondo está basado en experiencias propias de la autora en su granja de Nueva Jersey.
La serie de cuentos sobre “El viejo oso”, de Jane Hissey, tiene una temática que puede asemejarse a la de las célebres películas de la saga “Toy Story”. El protagonista es un antiguo peluche oso que está olvidado por su dueño en el desván. Para que no esté solo, el resto de juguetes idean un plan con el fin de llevar al viejo oso a la habitación. Al final lo consiguen, y entonces todos empiezan a disfrutar de su compañía. Las actividades de los juguetes son como las que cualquier pandilla de niños podría llevar a cabo, y eso les gustará a los más pequeños y les ayudará a identificarse. No hay lugar a la tristeza en esta serie de libros, pero sí para las situaciones disparatadas. Las ilustraciones son a lápiz y coloreadas, de textura profundamente marcada. Se trata de un universo por descubrir para los más pequeños y en el que, una vez dentro, no querrán salir de él.