“Un caso grave de rayas” trata un tema que, aunque aparentemente inofensivo, es controvertido en edad infantil. Se trata de la aceptación social, y las cosas que a veces somos capaces de hacer por integrarnos en un grupo. Nada más lejos de la realidad, uno debe ser siempre fiel a uno mismo, pues si los demás te valoran y te estiman, te querrán con tus particularidades, con tus virtudes y defectos. Esta lección es la que vive la protagonista Camila Flan en sus propias carnes, quien por encajar y contentar a los demás se falla a sí misma y se comporta falsamente. Las consecuencias, ilustradas a la perfección igual que narradas por David Shannon, son el padecimiento de una enfermedad que se manifiesta con coloraciones extrañas de la piel. Hasta que Camila no se comporte como es realmente, esta curiosa patología no desaparecerá. Así lo acaba haciendo, siendo entonces todavía mejor aceptada por sus amigos y recuperando la autoestima perdida.
La delicadeza con la que hay que tratar temáticas como el abuso en la escuela, en el mundo de la literatura, es considerable. Y más todavía si el público potencial son lectores adolescentes. La alemana Kirsten Boie empleó su condición de maestra para hablarnos del bullying magistralmente, denunciándolo y haciéndose eco para atajarlo. El protagonista, Niklas, sufre en sus propias carnes las vilezas de Karl, un chico nuevo en el colegio. Karl le roba, se aprovecha de su amabilidad e incluso lo agrede físicamente. Nadie cree al pobre Niklas, y éste deberá batallar duramente para que su voz sea escuchada y considerada, empezando por sus propios padres, y siguiendo por los amigos, profesores e incluso la policía. Un relato espeluznante que aborda un drama cotidiano y realista, y por tanto imprescindible, alejado de las novelas de aventuras o románticas para adolescentes que suelen poblar las estanterías.
Desde el punto de vista puramente artístico, “La madre tatuada” es una obra tremendamente original, tanto por la forma de narrar de Jacqueline Wilson como por el uso inteligente de recursos en las ilustraciones por parte de Nick Sharratt, como el incrustar el texto en los tatuajes de la madre. Las protagonistas son Dolphin y Star, dos niñas cuya madre es mentalmente inestable y con la que deben convivir día tras día sin predecir su comportamiento. Unos días su madre, llamada Marigold, se entrega por completo y es muy divertidad mientras que otros, no da palo al agua y las hijas deben tomar las riendas de la familia para salir adelante. Esta desestructuración provoca que las niñas maduren a la fuerza. Aunque también es diferente la manera en que cada una afronta la problemática. Star, por un lado, es cínica y tajante con su madre; por otro lado, Dolphin sabe sacar lo mejor de Marigold y exprimir los días buenos. Es el contrapunto que realmente necesita la familia para no irse a pique. Wilson nos muestra lecciones compasivas sin caer en el sentimentalismo, y entendiendo que esta desgarradora historia muestra una circunstancia desafortunadamente común.
Aunque mucha de la literatura infantil que conocemos internacionalmente procede del mundo anglosajón, ya sea Inglaterra, Estados Unidos o Australia (un foco cada vez más predominante de producción de obras para niños), hay muchos países o regiones con fuerte arraigo en la publicación de exitosos cuentos. Por ejemplo, Francia o Escandinavia. Respecto a esta última, los países nórdicos han sido un referente mundial durante todo el siglo XX, y se sigue manteniendo gracias a libros como “Else-Marie y sus siete pequeños papás”. Este cuento bebe de la extravagancia de la literatura sueca, y la autora Pija Lindenbaum es todo un ejemplo moderno. La narración muestra a Else-Marie, una niña de seis años normal que tiene no uno sino siete padres. Esto impedirá a Else-Marie ser feliz pero más por psicología que por los acontecimientos reales. Y es que la protagonista sólo piensa en el “qué dirán”. Los siete papás son diminutos y están muy ocupados. Finalmente, nadie presta verdadera atención al hecho ni trata a Else-Marie de forma rara, y la autora nos da una lección para admitir la diversidad social y que uno no debe temer a ser diferente, pues todos somos distintos y poseemos valores de los que sentirnos orgullosos.
Un autor siempre aporta credibilidad a su obra cuando lo que narra ha sido fruto, aunque sea parcialmente, de sus propias experiencias. Los sentimientos transmitidos adquieren profundidad y las cotas de realismo alcanzadas son superiores. Para escribir “Calles frías”, Robert Swindells se obligó a vivir y dormir en los ambientes urbanos de Londres. El resultado es una novela que, pese a publicarse en los 90, sigue generando controversia por los polémicos temas que trata. Vidas rotas, abusos, asesinatos, drogadicción… Todo ello tiene cabida en “Calles frías”, a través del protagonista Link, Ginger, Gail y un ex militar. Medalla Carnegie en 1993, esta novela es imposible que deje indiferente a nadie, y es una buena iniciación a los horrores mundanos para el público adolescente. También, vista de otro modo, es una historia de denuncia social y de crítica al desamparo que sufren aquellas personas que son tratadas como si no valiesen nada.
Ronald Searle fue un caricaturista y dibujante de secciones serias de revistas, que se caracterizó por sus ilustraciones ácidas y críticas con la actualidad. Curiosamente, la fama le llegó con estas historietas infantiles, algo inusual en la obra de Searle. Sin embargo, el carácter del autor se vislumbra en “Hurra por St. Trinian”, donde el universo de los internados se invierte por completo. Las protagonistas son irreverentes, maleducadas e irrespetuosas; mientras que sus profesoras están aterrorizadas por estas antiheroínas. Quizá algunos consideran las tramas inadecuadas, donde aparecen el tabaco y bebidas alcohólicas, pero eso no resta importancia al trasfondo crítico, sobre todo teniendo en cuenta que fueron publicadas en la década de 1940. Lo que sí es seguro es que cualquier lector se verá absorbido por el mundo del St. Trinian y por sus personajes toscos y humorísticos.
La escritora estadounidense Deborah Hautzig maneja temas polémicos con soltura, haciéndolos llegar al público sin controversia y con la intención de que reflexionen al respecto. Partiendo de que esta lectura va dirigida a adolescentes de más de 12 años, tiene mucho mérito el introducir varias temáticas complejas simultáneamente. Y es que “Qué pasa, muñequita” aborda desde la madurez, hasta la enfermedad, pasando por el compañerismo y la muerte y, sobre todo, la homosexualidad. En la adolescencia se empieza a luchar por la aceptación social de uno mismo, de ahí que cómo te responda tu entorno te marque el resto de tu vida. Las protagonistas son Valerie y Chloe Fox, dos chicas de un colegio privado de élite que se rebelan ante la actitud del resto de compañeras. Ambas empiezan a compartir momentos y, siendo amigas inseparables, se percatan que se atraen físicamente. Confesarlo es muy complicado, pero tras hacerlo se quedan tranquilas y acaban respetando su amistad. “Qué pasa, muñequita” es una novela rompedora que puede servir como vehículo introductorio a muchos temas que cualquier adolescente debe conocer.
Este libro del caricaturista y poeta Wilhelm Busch resultó muy controvertido en su tiempo, y aún hoy la crítica está dividida en considerarlo un simple cuento de travesuras, o si éstas van más allá de lo moralmente aceptable. Los protagonistas, Max y Moritz, son dos niños que intentan superar cualquier represión adulta con ingeniosas fechorías. No obstante, sus actos son cuanto menos cuestionables: hacer caer señores mayores al río, matar pollos, poner dinamita en una pipa, etc. Su final tampoco es convencional, ya que los niños son triturados en un molino. Al margen de esta actitud transgresora, el libro es muy ingenioso y sus ilustraciones se consideran precursoras de los cómics actuales. Además, está profundamente arraigado en la literatura infantil alemana.