Fábulas existen a miles, y desde hace siglos, de hecho, desde la Antigua Grecia con Esopo. De ellas, las protagonizadas por zorros son también muchas. Pese a esta poca confianza en ofrecer algo nuevo al respecto, Margaret Wild, en conjunción con Ron Brooks, publicaron una maravilla de fábula moderna sobre las traiciones, la lealtad y la valentía. Un Perro y una Urraca son amigos inseparables y, además, se complementan y suplen las carencias o defectos de uno y otro mutuamente. El Perro es medio ciego y la Urraca no vuela apropiadamente. Un Zorro, que se les muestra un día, quiere unirse a ellos, a lo que la Urraca reacciona con desconfianza y el Perro con hospitalidad. La Urraca parecía tener razón, pues Zorro aprovecha el sueño de Perro para aprovecharse del ave y dejarla herida. Además, su motivación para hacer tal maldad es la venganza y la envidia, ya que así haría que Perro y Urraca también se sintiesen solos. “Zorro” es una obra en la que igual de esencial es la narración como el dibujo, pues los trazos de Brooks, intensos y cautivadores, afectan al ritmo de la lectura y le dan profundidad y aspereza al mensaje.
La línea que separa el tratar una temática controvertida apropiadamente, de no hacerlo, es delgada. Más fina todavía es esta línea si el público al que va dirigida la obra es infantil. Para escribir al respecto con éxito se necesita talento, delicadeza, respeto y habilidad, cualidades de las que la autora sueca Pernilla Stalfelt va sobrada. Como su propio nombre indica, “El libro de la muerte” aborda el final de la vida de forma irónica, entretenida y tremendamente atractiva. Los niños aprenderán con los puntos de vista y explicaciones que Stalfelt ofrece respecto a la muerte, puesto que el estilo es también muy didáctico. Se hacen alusiones a definiciones enciclopédicas, se explican las formas de morir de distintos seres y se reflexiona a través de viñetas y simulados diálogos entre un niño y un adulto. El enfoque que le da Stalfelt, como hemos dicho, es el óptimo, puesto que también advierte de la tristeza y el mal trago de experiencias como la pérdida de un ser querido. Una obra que, por tanto, merece estar en cualquier estantería para acercar a los niños a este tema tan mundando pero tan complejo de transmitir.
“El chico del río” aborda con habilidad la temática de la comunicación intergeneracional, especialmente entre abuelos y nietos. Jess y su abuelo tienen muy buena relación, pero el anciano sufre una enfermedad y su hora está cerca. Para satisfacer sus últimos deseos, la familia de Jess viaja junto con el abuelo al lugar donde éste creció y se crió, un precioso y misterioso valle. El abuelo quiere pintar un cuadro llamado “El chico del río” empleando el bello paisaje. Jess se entretiene nadando a lo largo del río que fluye por el valle, y ella acaba conociendo a un extraño chico que nada muy bien. Curiosamente, este personaje desaparece al fallecer su abuelo… El uso de la fantasía sobrenatural junto a temas de enfermedad y muerte es llevado a la perfección por Tim Bowler, quien recibió por esta espléndida novela la Medalla Carnegie en 1997.
El planteamiento de este clásico de la literatura neozelandesa para jóvenes no puede ser más descorazonador: un adolescente que padece distrofia muscular y que sabe que fallecerá pronto. Es difícil asumir una vida de esta manera cuando uno no tiene culpa de nada. Aun así, Simon Shaw tiene un sentido del humor más evolucionado que el de sus compañeros, muy irónico y ácido. Él es el primero que sufre ante su inevitable destino, pero intenta sobrellevarlo de la mejor forma posible y hacer felices a los suyos. Las dosis de emotividad y entrañabilidad de “Nos veremos, Simon” son altísimas. Fruto de ello, este cuento de David Hill recibió el Storylines Gaelyn Gordon Award años después de ser editado. Simon llega día tras día a la escuela asistido por una ambulancia, ilusionado por poder disfrutar de sus compañeros y profesores. Simon no esconde sus miedos, y su sinceridad conmoverá al lector. Éste también podrá percatarse de cómo afecta su situación a los que le quieren, especialmente a su inseparable amigo Nathan. Todos deben asumirlo, y cuando algo nos sucede abrimos los ojos y valoramos de verdad nuestras vidas. Esta es la moraleja esencial que el autor busca a través de este inolvidable personaje.
La novela escandinava siempre suele ser un escaparate de realismo y crudeza, prefiriendo mostrar reflexiones adultas antes que edulcorar las obras. Sobre todo si éstas van dirigidas a un público adolescente, es decir, a lectores que pronto tendrán que lidiar con los grandes problemas de la vida. “Mi amigo de una sola pierna y yo” es una tierna historia sobre la enfermedad y la muerte. Ambientada en Laponia, el bello paisaje helado de esta región hace que aumente la distancia entre los hogares, y por ello es difícil hacer vida fuera de casa y entablar una vida social. Ykä, el protagonista, no desaprovecha la oportunidad de tener un gran amigo cuando conoce a un chico que le falta una pierna y padece una enfermedad terminal. El vínculo que los une se hace fuerte, y ambos apartarán su soledad para hacer su amistad eterna. A la muerte del amigo, Ykä sufre como nunca lo había hecho en su vida pero, a su vez, se multiplican sus ganas de vivir. Éste es el efecto que tienen los acontecimientos más dramáticos en nuestras vidas, y Anna-Liisa Haakana lo hace a la perfección insuflando al lector una dosis de esperanza.
La literatura infantil japonesa siempre se ha desmarcado de los cánones de la literatura occidental, mostrando historias extravagantes pero a su vez llenas de profundidad, sin caer en el ridículo. Yoko Sano fue una de las mejores exponentes en Japón de la literatura para niños, y “El gato que vivió un millón de vidas” es una muestra de ello. El gato protagonista al principio es la mascota de un rey, quien lo quiere mucho. No obstante, el gato sólo tiene sentimientos de desprecio hacia su dueño. Cuando el gato muere, acaba en manos de un marinero para disfrutar su segunda vida. Y luego un ladrón. Y posteriomente un mago. Y más tarde una niña. No hay dueño al que el gato le coja cariño. Todos los amos sufren la pérdida del gato, pero él no es capaz de tener sentimientos por nadie. Llega un momento en que el gato renace sin dueño, y celebra su libertad. El gato puede así ser deseado por muchas gatas, aunque él acaba enamorándose de una que no le corresponde. Es la primera vez que nuestro protagonista ama a alguien, y le cuesta mucho conquistar a la gata. Al final acban juntos y tienen muchos gatitos, y el gato entenderá el sentido de la vida y la importancia de valorar a los que te aprecian. La gata fallece antes que él, y el gato desconsoladamente como todos los amos habían hecho antes por él. Tanto el texto como las ilustraciones de este libro son una delicia a cargo de Yoko Sano.
Tratar temas tan serios como la muerte o el suicidio es de por sí muy complicado. Dirigirlos a un público juvenil dificulta todavía más si cabe esta tarea. La pareja de autores compuesta por Vera y Bill Cleaver efectuaron a la perfección la ardua labor de recrear la confusión que los niños sufren ante momentos difíciles que nunca antes han vivido. El protagonista es Grover, un niño que ve cambios raros en su casa tras caer su madre enferma. Su tío le compra a su madre todos los caprichos que ésta siempre ha deseado. Por otro lado, no recibe explicaciones satisfactorias de nadie, y todos se esfuerzan en entretener al pequeño Grover. El chico comienza a sospechar más y más, pero aun así no está preparado cuando su madre se suicida. Su padre se encierra en su soledad, y Grover debe buscar fuera de casa el consuelo que en ésta no encuentra. Es en este momento cuando los Cleaver recalcan la importancia de tener buenas amistades para atravesar los momentos más complicados de la vida. Así, uno aceptará la muerte y madurará de forma óptima, y estará preparado para los obstáculos venideros.
Actualmente las historias creadas en Japón, representadas sobre todo en forma de manga (cómic japonés), son admiradas por su originalidad y profundidad. Lo mismo sucedía ya con “Tren nocturno de la Vía Láctea” en los años 30’. En esta novela de Kenji Miyazawa, ilustrada por Bryn Barnard, se fusionan elementos de la cultura japonesa con rasgos de la sociedad occidental. Y es que, en este sentido, en Japón se estaban produciendo cambios. El protagonista es Giovanni, acompañado de su inseparable amigo Campanella. Mientras una noche se celebra el Festival del Centauro, Giovanni, quien sube a un monte a vislumbrar las estrellas, se descubre a sí mismo montado junto a su amigo en un tren que viaja por la Vía Láctea. La novela está plaga de elementos metafóricos, presentados a lo largo del viaje de los protagonistas. La forma en que dichas metáforas aparecen es deliciosa. Finalmente, sólo quedan en el tren los dos amigos y Campanella desaparece en el cielo. Al día siguiente, Giovanni se entera de que ha estado a punto de morir y que Campanella se sacrificó por él para salvarlo. Todo un canto a la amistad en forma de clásico de la literatura infantil japonesa.