Actualmente las historias creadas en Japón, representadas sobre todo en forma de manga (cómic japonés), son admiradas por su originalidad y profundidad. Lo mismo sucedía ya con “Tren nocturno de la Vía Láctea” en los años 30’. En esta novela de Kenji Miyazawa, ilustrada por Bryn Barnard, se fusionan elementos de la cultura japonesa con rasgos de la sociedad occidental. Y es que, en este sentido, en Japón se estaban produciendo cambios. El protagonista es Giovanni, acompañado de su inseparable amigo Campanella. Mientras una noche se celebra el Festival del Centauro, Giovanni, quien sube a un monte a vislumbrar las estrellas, se descubre a sí mismo montado junto a su amigo en un tren que viaja por la Vía Láctea. La novela está plaga de elementos metafóricos, presentados a lo largo del viaje de los protagonistas. La forma en que dichas metáforas aparecen es deliciosa. Finalmente, sólo quedan en el tren los dos amigos y Campanella desaparece en el cielo. Al día siguiente, Giovanni se entera de que ha estado a punto de morir y que Campanella se sacrificó por él para salvarlo. Todo un canto a la amistad en forma de clásico de la literatura infantil japonesa.