“La travesía del viajero alba” retoma la historia de “Las Crónicas de Narnia” donde la había dejado “El príncipe Caspian”, siendo éste ya rey. Caspian viajará en esta ocasión con Ripichip, un ratón, hasta los límites de Narnia en búsqueda de los señores perdidos. Es una de las promesas que Caspian hace a Aslan, y se verá obligado a cumplirla. Edmund y Lucy nos vuelven a acompañar en la aventura, aunque empiezan a manifestarse los primeros síntomas de corrupción en su primo Eustace Scrubb. El viaje es en barco, y los aventureros recalarán y visitarán islas de todo tipo (isla Quemada, isla de las Aguas Oscuras e, incluso, isla Donde los Sueños se Hacen Realidad). Otra vez, Lewis incorpora datos religiosos, hecho que algunos empezaron a criticar en este volumen por su analogía entre Dios y Aslan, por ejemplo. Lo que no cabe duda es que esta nueva entrega sacia, una vez más, la sed de aventuras de los lectores más intrépidos y de los amantes del género fantástico.
“Las Crónicas de Narnia” se iniciaba en sus publicaciones con “El léon, la bruja y el armario”. La secuela de esta primera entrega fue “El príncipe Caspian”, emplazada cronológicamente un año después de su predecesora en el universo Narnia. C.S. Lewis se vale de los mismos cuatro protagonistas para respaldar a Caspian, príncipe y legítimo rey, y ayudar así al bienestar y la igualdad de los animales de Narnia. Su adversario es el tío de Caspian, que pretende hacerse con el trono. La imaginación de Lewis demuestra de nuevo no tener límites, aunando en un mismo ejército a tejones, centauros, ratones y enanos, por citar algunas criaturas. El león Aslan, un semidios en Narnia, tendrá que aportar su poder y magia para que el bien prevalezca. Esta vez, el autor intensifica el humor en la narrativa, y salpica de nuevo con referencias mitológicas y religiosas. Un pasaje imprescindible en esta venerada saga de fantasía épica, convertida ya en clásico.
“Las crónicas de Narnia” es posiblemente una de las sagas más célebres y exitosas de fantasía épica. Como mínimo, es uno de los paradigmas en este género del siglo XX. El éxito de la serie va estrechamente ligado al de su escritor, C.S. Lewis, coetáneo y amigo de J.R.R. Tolkien. La adaptación cinematográfica también ha ayudado a reavivar el fenómeno de Narnia. Éste comenzó con “El león, la bruja y el armario”, primer libro publicado pero segundo en la cronología final de la historia. Los protagonistas son Susan, Peter, Edmund y Lucy, jóvenes que a través de un armario acceden al maravilloso mundo de Narnia. Esta tierra de fantasía está llena de seres mitológicos y se sostienen por el poder de la magia. Dentro, las fuerzas del mal y del bien están representadas por la Bruja Blanca y el león Aslan, respectivamente. Y los niños, sin siquiera desearlo, serán partícipes de esta encolerizada y eterna contienda. Lewis empezó a cosechar el éxito literario gracias a esta novela y todas las que le sucedieron, llegando a ser toda una autoridad en el género fantástico.
“El león de la pradera” es una especie de fábula moderna que bebe del surrealismo, haciéndola más atractiva para los lectores más pequeños. La neozelandesa Margaret Mahy, en colaboración con la dibujante Jenny Williams, tuvo un golpe de suerte y vio cómo pasó de ser una artista local a tener reconocimiento internacional y publicar 5 libros ilustrados en un año. El relato que aquí se plantea nos habla del miedo y de la amistad, y de la difusa frontera que hay entre éstos y los conceptos más opuestos. El niño protagonista teme mucho a ser emboscado por un león en plena pradera, pese a que estos animales ni siquiera la habitan. Tal es su miedo que su madre le da una caja que dice que al abrirla saldrá un dragón a defenderle. La desbordante imaginación del protagonista se materializa, puesto que abre la caja y aparece un dragón todavía más terrorífico que el propio león. León y niño se hacen amigos y se ocultan del temido dragón. Como antes se ha comentado, este libro es una fantástica fábula contemporánea con elementos fantásticos y reflexiones más ajustadas a los tiempos que corren.
“La guerra del chocolate” no da ningún tipo de concesión a los lectores adolescentes. Ambientada en un instituto católico (Trinity Catholic High School), esta novela de Robert Cormier denuncia la explotación acontecida en este tipo de centros y cómo, la mayoría de veces, es imposible de erradicar. Jerry Renault siente desde el primer momento que el ambiente del internado es represivo y decadente, y se pregunta hasta qué punto puede cambiarlo. Pronto descubrirá que más allá de los sacerdotes que rigen su disciplina hay una sociedad secreta llamada los Vigils que es la que realmente manda. Cuando Jerry intenta hacerse el héroe y oponerse a la crueldad presente, recibe abusos psicológicos. Un Jerry humillado hará al lector estremecerse y cuestionarse hasta qué punto podemos luchar solos contra el mundo que nos rodea y que es contrario a nuestra voluntad. Galardonada con el Premio al Mejor Libro para Jóvenes Adultos de la American Library Association, “La guerra del chocolate” es una cruda pero imprescindible historia que visitar.
Muchas de las novelas de Leon Garfield están ambientadas en el Londres del siglo XVIII, un escenario que ha demostrado ser hipnótico y cautivador, tanto en literatura infantil como en historias para adultos. En este caso Garfield nos ofrece una novela en torno a un huérfano de doce años, el pequeño Smith. El chico malvive en las calles de Londres y sale adelante llevando a cabo ciertas fechorías. Un día, Smith presencia un asesinato que parece implicar a gente importante, y sabe que su destino peligra pues sabe más de lo que debería. A Smith la justicia le hace la vida posible, y su pasado como malhechor no ayuda para nada a la hora de creer su versión. Además, el protagonista es poseedor de una información relevante que no sabe a quién dar porque no confía en nadie. Ni siquiera él mismo sabe de qué se trata porque es analfabeto y no puede leer la carta. Finalmente, Smith encuentra un hogar donde estar a salvo y donde llevar una existencia más tranquila que la de las calles de una ciudad oscura y criminal. Las sensaciones más fuertes son captadas a la perfección por el autor, quien en ocasiones ha sido comparado tanto por su temática como por su estilo con Charles Dickens.
La sensibilidad que Osamu Tezuka tenía para representar el reino animal queda de manifiesto en “Kimba”. Este clásico del manga japonés se convirtió en la primera serie animada a color, estrenada en 1965. El protagonista es un león que debe sobrevivir sin la ayuda de sus progenitores, ya que su padre muere a manos de un cazador y su madre es capturada para espectáculos circenses. A pesar de los obstáculos que se encuentra en su camino, Kimba no pierde nunca su buen carácter y mantiene las esperanzas de ver convivir en armonía a humanos y el resto de animales. En un ejercicio de solidaridad y sirviendo de ejemplo para muchos, Kimba acaba sacrificándose para salvar la vida de un hombre que era amigo suyo. Muchos han querido ver relaciones entre esta historia y “El rey león” de Disney, pero lo cierto es que Tezuka en su momento también empleó referencias de clásicos como “Bambi”. “Kimba” es actualmente un clásico en Japón, y una historia infantil que transmite valores universales que todo niño debería aprender.
“El león”, de Joseph Kessel, narra las peripecias de un periodista francés que ejerce como narrador de sus propias experiencias en las reservas del monte Kilimanjaro. En su viaje a Kenia el protagonista se reúne con John Bullit, el administrador del parque, y hace buenas migas con Patricia, la hija de éste. Patricia es un claro ejemplo de niña criada en un entorno salvaje. Para ella, sus amigos son los animales, y se pasa el día jugando con cebras, búfalos, rinocerontes y jirafas. Y, sobre todo, con King, un león que ella crió y con el cual mantiene una cercana amistad. Las descripciones son preciosas, introduciendo al lector en el ambiente de la sabana e incluso acompañándolo a través del estilo de vida de las tribus masais. El relato no es absolutamente feliz, pues el desenlace es agridulce: King debe ser sacrificado y Patricia asume que para seguir creciendo como persona debe mudarse a la capital a estudiar. Todo un reflejo de la difícil convivencia entre humanos y animales.
“El maravilloso mago de Oz” es uno de los cuentos que todo el mundo conoce. Quizá su fama sea debida principalmente a la adaptación cinematográfica de 1939, lo cual no resta méritos a la increíble novela de Lyman Frank Baum. De hecho, escribió trece libros más de la misma saga. La protagonista de la historia es Dorothy, una niña de Kansas que es transportada junto a su perro por un tornado a un mundo maravilloso. En dicho mundo deberá encontrar al Mago de Oz, que está en Ciudad Esmeralda, para poder volver a casa. En sus aventuras le acompañan tres personajes inolvidables: el león cobarde, el hombre de hojalata y el espantapájaros. Cada uno, a su vez, busca lo que le falta: valor, corazón y cerebro, respectivamente. Con todos estos ingredientes, la moraleja del libro es diáfana: la importancia de la amistad en los momentos de adversidad. Es esencial sentirse apoyado en las situaciones más complicadas, y éstas pueden hacerse llevaderas e, incluso, entretenidas. Un relato inolvidable.