El escritor Miguel Buñuel estableció un nuevo cánon en la literatura infantil española con “El niño, la golondrina y el gato”. Siendo un relato fruto de una adaptación de una novela adulta propia, “Narciso bajo las aguas”, este cuento rompía con los moldes de las historias que “debían” ser narradas en la posguerra. Y es que hasta entonces todas debían sopesar juicios morales. Buñuel, sin embargo, nos habla de un viaje de tintes oníricos y cargado de elementos fántasticos, con detalles que recuerdan a Lewis Carroll o incluso a Saint-Exupéry. Los protagonistas son un niño (sin nombre), una golondrina y un gato, quienes juntos emprenden un viaje más allá de los confines de la Tierra. El estilo, como podemos imaginar, es muy musical, poético y cuidado. Las firmes propuestas de valor de esta novela fueron recompensadas con el Premio Lazarillo y el Diploma de Mérito Andersen en 1962.
Los tebeos de “Mortadelo y Filemón” son, con el permiso de El Quijote, el producto literario español más vendido y exportado de la Historia. Y es que más de 150 millones de ejemplares avalan la calidad y la vigencia de esta serie de cómics, que además ha sobrevidido cinco décadas conservando su frescura original. Francisco Ibáñez, mago de las viñetas, nos deleita en cada entrega con las ingeniosas y rocambolescas tramas que en el fondo son una ácida crítica a la política mundial y nacional, y que parodian a películas de acción, relatos de superhéroes o novelas de espías y detectives. Es posible que todos en España, sin excepción, conozcan o hayan leído alguna vez una historieta de estos dos entrañables personajes y sus excelentes secundarios como el Súper, Ofelia o el profesor Bacterio. La obra, en términos generales, le reportó a Ibáñez múltiples premios, entre los que destacan la Medalla al Mérito de las Bellas Artes en España. Unos cómics que son de imprescindible visita y que además aseguran elevadas y prolongadas dosis de humor.
No hay mejor reclamo para presentar a un autor infantil que citar que ha sido galardonado con el Premio Hans Christian Andersen. Y más si es el único de su país en conseguirlo, como en el caso de José María Sánchez Silva. La historia que se nos cuenta en “Marcelino, Pan y Vino” bebe parcialmente de la propia vida del autor, que se quedó huérfano a los diez años y vivió en un asilo. Marcelino, abandonado en un convento, comete travesuras y muestra el ímpetu característico de un niño pequeño. Haciendo caso omiso de sus cuidadores, Marcelino se divierte y se cuela en lugares prohibidos del convento, como un desván donde visita día tras día a una imagen gigante de Jesucristo. El contenido religioso de esta fabulosa novela no es aleccionador, y contiene elementos fantásticos que dotan de un aura especial a cada página. Marcelino, como cualquier niño, tiene ambiciones, y anhela pertenecer a una familia normal. El libro es uno de los más exitosos de la posguerra en España, con una treintena de traducciones y más de dos centenares de ediciones publicadas. Una obra cuanto menos imprescindible.
“La princesita que tenía los dedos mágicos” es un libro infantil que amenizó muchas tardes e infancias en la difícil España de la posguerra. Premio Nacional de Literatura, este cuento de hadas con estilo ligeramente socarrón se sirvió del éxito de su autora, María Luisa Gefaell, para convertirse en todo un clásico. En él se nos cuenta la tradicional historia de reyes, y princesas. No obstante, la princesa protagonista, hija del rey bueno, no es feliz porque un malvado mago le ha hechizado para que no vea el lado bueno de cada cosa. El hada, al rescate de la protagonista, le aplica por otro lado un hechizo para que todas sus acciones sean bondadoas. En esta lucha de equilibrios la princesa sentirá lo que es ser feliz, pero el rey malo y su hijo, un príncipe todavía más mezquino, le devuelven el pesimismo. La novela transcurre a través de diez cuentos que son una catapulta de los ideales de solidaridad de María Luisa Gefaell. El colorido de las ilustraciones, a cargo de Pilarín Bayés, está cargado de detalles humorísticos y enriquecen cada uno de los cuentos presentes en este clásico de la infancia en España.
“Caperucita en Manhattan”es un potente homenaje a diversos cuentos tradicionales de la historia de la literatura infantil. Su autora, Carmen Martín Gaite, ya había mostrado su capacidad para unir universos y poner al servicio del lector una mezcla de géneros atractiva y clásica a la vez. Sin perder los valores de las obras originales, esta novela nos cuenta cómo Sara Allen se embarca en un trayecto desde Brooklyn a Manhattan para visitar a su abuela, a quien lleva una tarta de fresa. Los personajes con los que se encuentra son versiones modernas del lobo o del hada madrina, e incluso el giro final es una réplica al inicio de “Alicia en el País de las Maravillas”. El valor de la obra tuvo su recompensa al recibir el Premio Nacional de las Letras de España. La consagración infantil de Martín Gaite es una lectura obligada que también ha gozado de un notable éxito comercial.
La posguerra en España no habría sido lo mismo sin la omnipresencia de “Antoñita la Fantástica”. Decimos “omnipresencia” porque Antoñita primero fue un serial radiofónico, dando el salto a la literatura posteriormente. Borita Casas se alió con Mariano Zaragüeta para dar color a su heroína. Antoñita encarna a la niña traviesa, imaginativa y pasional, y que choca muchas veces con los adultos, hecho acentuado por la mentalidad de la época. La saga cuenta con doce libros y el personaje de Antoñita crece y evoluciona con el paso de los mismos, para que así sus lectores se sientan más identificados. La vida, aparentemente aburrida, es vista de una forma diferente a través de la mirada de un niño, y eso es lo que Antoñita nos enseña. El trasfondo social es esencial para entender los pensamientos de la niña en muchos casos y las respuestas de los adultos. Antoñita pertenece a una familia madrileña de clase media. De ahí también el éxito comercial de la misma en su país natal. Literatura imprescindible de posguerra.
En España, ¿quién no conoce a Teo y nunca ha disfrutado de una de sus infinitas historias? Este niño pelirrojo de cabello rizado y jersey a rayas forma parte del imaginario infantil español desde hace generaciones. Sus libros, de escaso o nulo texto, reproducen situaciones cotidianas con las que cualquier pequeño puede identificarse. La célebre saga se inició con la colección “Teo descubre el mundo”, que incluye historias donde Teo monta en tren, en barco y en avión. El resto de entregas de las colecciones posteriores invitan a los niños a adquirir hábitos de lectura, y a disfrutar del día a día. Poco a poco, el fenómeno Teo adquirió un cariz internacional y todavía sigue vigente, en parte gracias al intenso merchandising en torno a su figura: serie, videojuegos y muñecos, por ejemplo. Teo es uno de los personajes más carismáticos y simpáticos de la literatura infantil española, y es un niño al que todos querrían tener como amigo. Los valores que transmite en sus cuentos rebosan optimismo, y ello lo convierte en un imprescindible en la educación de cualquier pequeño.
Uno de los clásicos de la literatura infantil española de los años 60 y 70 es Óscar. Carmen Kurtz dio vida a este carismático personaje que le reportó, a la postre, un tremendo éxito. Y todo pese a los esfuerzos por convertirse en una autora para adultos. Las historias de este chico son de lo más variopintas y todas ellas implican aventuras en lugares lejanos y situaciones de lo más chocantes. Muchos niños desean ser como Óscar, quien viaja al Polo Sur, se convierte en espía, explora África o incluso ejerce como astronauta. Los relatos de Kurtz estimulan a los niños a encontrar una profesión que se amolde a sus gustos. Algunos incluso han visto un paralelismo entre los viajes de Óscar y los representados en la obra de Julio Verne. Otra de las entregas de la serie ganó el Premio Lazarillo y consagró a Carmen Kurtz como una de las autoras infantiles más queridas en España. Parte del éxito no se debe sólo a Óscar, sino al reparto de personajes tan carismáticos como el capitán Dirk, Antón, la oca Kina o Enrique, su mejor amigo.
Es imposible quedarse con una única obra de la excepcional Gloria Fuertes. La madrileña es la voz más reconocible de la literatura infantil en España, donde ha endulzando los primeros años de lectura de miles de niños. Fuertes fue experta en enlazar rimas curiosas, sencillas, divertidas e incluso irónicas. Sus poesías no eran para nada sofisticadas, de hecho algunas tenían un carácter tan simplista que podían parecer chistes. Pero precisamente por ello se ganó el corazón de todos los españoles, junto a los profundos valores que transmitía. En “Cangura para todo” se hace una colección de cuentos que Gloria Fuertes escribió en los años 50 y donde la mayoría de personajes son animales. El argumento de las historias roza la fantasía y permite al lector maravillarse con sucesos impensables que ocurren porque sí. Una genial manera de aproximarse a la obra de la conocida como “la poeta de los niños”.
Esta novela para adolescentes muestra el genio de Ana María Matute en todo su esplendor. El protagonista es Jujú, un niño de once años educado bajo tres mentalidades diferentes. Y es que Jujú está a cargo de sus tres tías adoptivas. Una se esfuerza en que Jujú sea sensible y se comporte educadamente. Otra quiere que su sobrino no sea perezoso y se entregue al trabajo. Por último, su tercera tía desea que se convierta en un hombre culto y de bien. El conflicto de puntos de vista provoca que Jujú se evada yéndose al desván, donde imagina que está a bordo del Ulises surcando los mares. Todo transcurre con normalidad hasta que una vez encuentra a un fugitivo en el desván y ambos se escaparán huyendo de la rutina. Jujú experimentará entonces una montaña rusa de acontecimientos y sensaciones, que le llevarán a madurar de forma obligatoria. Un cuento imprescindible de la literatura española de posguerra.