Esta historia contada a dos bandas permitió a Jamila Gavin conseguir el Whitbread Book of the Year en el año 2000. “Un niño de Coram” es una suerte de ficción histórica de trama potente y sustentada a través de la lucha contra las injusticias y lo establecido por parte de sus protagonistas. De un lado están Alexander y Thomas, que juntos acuden a un coro catedralicio; y de otro Aaron y Toby, abandonados en Londres, en el hospicio de Coram. Ambas parejas de amigos, no relacionadas entre sí, hacen valer la fuerte unión existente entre ellos y demuestran que la amistad puede mover montañas. Aunque, como se ha comentado, no existe vínculo, sí comparten enemigo: Otis Gardiner, quien se dedica a sustraer a niños del condado. Desde luego, esta novela habla de una época convulsa, la Inglaterra del siglo XVIII, y ofrece reflexiones al lector que le ayudarán a madurar. Un elemento que Gavin también maneja a la perfección es el homenaje a la música y su efecto positivo en la vida de las personas.
Las novelas adolescentes cada vez exploran más universos profundos y nada superficiales. Esto se debe a la rápida madurez que nuestros jóvenes experimentan en un mundo progresivamente más interconectado y con mayor flujo de información. Es por ello que los relatos de aventuras y los valores arcaicos están dejando paso a dramas cotidianos más propios de nuestros días. “El niño con el corazón de cerdo” ahonda en estas reflexiones, de tipo ético y moral, sobre todo concernientes a la medicina y sus aplicaciones. Estos dilemas éticos nos parecen claros hasta que nos incumben personalmente, ahí es cuando los sentimientos se anteponen a todo. El protagonista de esta entrañable historia, Camreon, es un joven de trece años de una familia afroamericana y que posee una patología cardíaca grave con riesgo de muerte. Cameron se somete a un xenotrasplante con un corazón de cerdo, aunque no termina de funcionar. Otro tipo de intervenciones son más cuestionables, y el debate interno de Cameron y su familia lo sentirá el propio lector en sus carnes, posicionándose incluso en un lado u otro. Una novela que invita al pensamiento crítico y racional, y al enfrentamiento de éste con los sentimientos humanos.
El escritor Miguel Buñuel estableció un nuevo cánon en la literatura infantil española con “El niño, la golondrina y el gato”. Siendo un relato fruto de una adaptación de una novela adulta propia, “Narciso bajo las aguas”, este cuento rompía con los moldes de las historias que “debían” ser narradas en la posguerra. Y es que hasta entonces todas debían sopesar juicios morales. Buñuel, sin embargo, nos habla de un viaje de tintes oníricos y cargado de elementos fántasticos, con detalles que recuerdan a Lewis Carroll o incluso a Saint-Exupéry. Los protagonistas son un niño (sin nombre), una golondrina y un gato, quienes juntos emprenden un viaje más allá de los confines de la Tierra. El estilo, como podemos imaginar, es muy musical, poético y cuidado. Las firmes propuestas de valor de esta novela fueron recompensadas con el Premio Lazarillo y el Diploma de Mérito Andersen en 1962.
La poesía es uno de los géneros de la literatura que debería presentarse adecuadamente a todo niño desde la más tierna infancia. Que posteriormente quiera seguir disfrutándolo o se sumerja en el maravilloso mundo del verso, es su decisión, pero que al menos se le facilite el conocerlo. Una de las mejores obras para introducirse en las rimas es “Navidad de un niño en Gales”, del célebre poeta galés Dylan Thomas. La obra literaria fue predecida en su publicación por una narración en radio de tremendo éxito un año antes, en 1953. Considerada todavía una de las mejores narraciones en verso para niños de siempre, Thomas nos evoca sentimientos de la infancia como si los estuviésemos viviendo. A su lado está el fabuloso ilustrador Edward Ardizzone, quien facilita sobremanera la tarea de conmover con sus trazos. Thomas rememora, especialmente, la Navidad y todo lo que ella conlleva, como época familiar y cuyos recuerdos quedan grabados a fuego en la memoria de cualquier persona a lo largo de su vida. Cualquier detalle de este cuento, ya sea la nieve como los juguetes o los villancicos, causarán una agridulce sensación en el lector, fruto de esa melancolía por la infancia que siempre arrastramos.
“El niño que dormía con nieve en la cama” es una de las varias incursiones que el célebre autor sueco Henning Mankell ha efectuado en la literatura adolescente. Y es que este escritor es uno de los máximos exponentes de la novela negra escandinava (más que recomendables son sus libros protagonizados por el inspector Kurt Wallander). El protagonista es el adolescente de trece años Joel Mankell, quien ya había aparecido en dos novelas previas. La psicología del personaje empieza a sufrir una metamorfosis, la cual se traduce en un cambio de la visión del mundo y de las perspectivas vitales. Joel siente que su pueblo se le queda pequeño, y la chica de la que se enamora, diez años mayor que él, no le corresponde. La reacción de Joel para hacerse notar es empezar a tocar en un grupo de rock e intentar ser famoso, ínfulas que a todos nos han perseguido alguna vez. Mankell maneja a la perfección problemas individuales desde un punto de vista universal, con una prosa cuidada y poética, ingredientes que componen esta novela extrañamente cautivadora.
La obra maestra de Wolf Mankowitz es esta “El niño y el unicornio” (título original: “A kid for two farthings”). Esta novela tiene como escenario el East End de Londres, en plenos años 50. El protagonista es un niño de cinco años llamado Joe que no comprende la infelicidad de los adultos. A cada mayor que observa percibe poca alegría a su alrededor: el casero Kandinsky, el asistente Schmule, la madre de Joe… Un giro positivo para Joe se produce cuando en un mercadillo adquiere una cabra a la que llama Africana. La peculiaridad es que Africana sólo tiene un cuerno, confusión que el protagonista interpreta como que se trata de un unicornio. A partir de ello ambos se convierten en inseparables amigos, jugando a todo y Joe creyendo que su cabra es mágica y concede deseos. El drama se avecina con el inminente sacrificio de Africana. La profunidad adquirida en el relato es seña de identidad de Mankowitz, quien también fue guionista y dramaturgo, y convierten este cuento en una maravilla de la lectura.
Nicolás es un niño de edad indeterminada (entre los 6 y los 10 años) que desde su primera aparición como tira cómica en 1959 ha entretenido a los pequeños lectores, sobre todo en Francia. Las historias de Nicolás son las típicas historias de pequeños traviesos y en las cuales los principales personajes son la pandilla de amigos del protagonista. Nicolás no es precisamente el estudiante más aplicado de su clase, pero si el más carismático. Muchos otros niños, de fuerte carisma, lo acompañan y completan un reparto por el que desfilan muchos estereotipos. Por ejemplo, Alcestes, el mejor amigo de Nicolás, es un comilón. Rufo es muy belicoso, Clotario es el marginado, Eudes el grandullón, Agnan el empollón y Godofredo el ingenioso. Además de ellos, los relatos de Nicolás también transcurren en familia y con otros personajes adultos que completan la vida de este chico amigable pero travieso. Si se desea el humor infantil sin malicia pero astuto, cualquier historia de Nicolás puede ser un buen ejemplo de ello.
La visión del mundo de Alfanhuí es la que conduce la narración de esta curiosa novela, una de las más importantes de la literatura juvenil de posguerra en España. El escritor, Rafael Sánchez Ferlosio, muestra su maestría en su estilo de escritura, dotando de imaginación y surrealismo a la historia sin despegarse de la crítica a la sociedad del momento. Alfanhuí es un niño con ambición de convertirse en taxidermista y de ilusión desbordante. El relato discurre a través de las vivencias del propio Alfanhuí al tiempo que se describen todo tipo de seres de forma lírica y atractiva. Algunos críticos la consideran una versión actual de las antiguas novelas de picaresca española; otros la ven como paradigma del realismo mágico en España. En cualquier caso, si algo tiene la obra de Sánchez Ferlosio que la hace tan especial, es su originalidad. E “Industrias y andanzas de Alfanhuí” es el mejor ejemplo de ello.
Los cuentos de “Yo soy el oso” se inician con esta primera entrega en la que se nos presenta a los tres protagonistas: el niño, el perro y el oso de peluche Fred. Este último es tirado a la basura por el perro, y el niño mueve cielo y tierra en búsqueda de su querido peluche. Al final, logran encontrarlo en el vertedero. Aunque parece que Fred inicialmente se enfade y que la relación se deteriore, más adelante siguen compartiendo todos vivencias y la historia te deja un buen sabor de boca. Todo aderezado por las rimas, muy fáciles de aprender, de Sarah Hayes, y las cálidas y reflexivas ilustraciones de la célebre Helen Craig. Sus dibujos suelen incluir bocadillos en los que vemos qué piensa cada uno de los personajes. Se trata de una historia infantil estándar de las que suelen gustar a todos y una de las tantas que tienen como protagonista a un osito de peluche.
El escritor checo Vladislav Vancura no es precisamente conocido por su aportación a la literatura infantil. De hecho, este “Kubula y Kuba Kubikula” es su único libro en este ámbito. Cuando se publicó, en 1931, uno de los mejores representantes del modernismo checo sorprendió a más de uno. Y es que Vancura dejó a un lado la complejidad en su estilo para crear un relato profundo pero accesible. Los protagonistas son Kuba, un niño, y su oso pequeño Kubula. Ambos personajes deambulan intentando ganarse la vida en las peores condiciones, lo cual consiguen con el carácter indomable de Kuba, el cual entra en contraste con el enfadadizo Kubula. Los acontecimientos giran bruscamente cuando los pensamientos de Kuba provocan la materialización del fantasma Barbucha. La aparición de éste mete en líos a la pareja, y en un pueblo por el que pasan son incluso aprisionados. Al final consiguen ser liberados pero cada uno hace su camino. El final en general resulta feliz, y el tono agridulce deriva de la profundidad y el realismo de algunos temas que trata, como por ejemplo saber superar los miedos que cada uno tiene y el sentirse identificado con un hogar.