¿A quién no le suena la historia de Arquímedes y su famoso “¡Eureka!”? Este hecho histórico, quizá una leyenda, es lo que pretende plasmar la neozelandesa Pamela Allen. “El baño del señor Arquímedes” es un relato adaptado de dicho hecho. El señor Arquímedes tiene como amigos a animales típicos del país como un canguro, un wombat y una cabra. Todos juntos se meten en una bañera que empieza a desbordarse. Arquímedes se pregunta por qué sucede eso y quién tiene de todos la culpa. Con tal de solucionarlo los personajes van entrando uno a uno en la bañera, pero no logran adivinarlo. El señor Arquímedes finalmente se percata de que el volumen de agua desplazada equivale al volumen de los cuerpos sumergidos. De igual forma a como le sucedió al Arquímedes real. Así pues, Allen pretende introducir la ciencia a los más pequeños y despertar su curiosidad. La misma autora también es artífice de las divertidas imágenes que acompañan al texto. Por ello, en su conjunto este libro puede considerarse como uno de los más apropiados para iniciar a los niños en el pensamiento científico.
Este es un cuento didáctico sobre aprender algo muy específico: quitarse la ropa para ir a darse un baño. Sólo muestra dos personajes, un niño y un conejo. El esquema es muy sencillo, a un lado de la doble página sale el conejo cogiendo la ropa que se quita el niño y al otro salen las prendas que se van acumulando. Por tanto, el conejo se comporta como si fuera el padre y responsable del niño, aunque no es para nada serio, sino que se divierten juntos. Las ilustraciones son características de la escuela sueca, ya que Lena Anderson aprendió de los grandes autores de su país. Posteriormente aparecieron otros libros de la serie del conejito.
“Mi baño caliente” es un clásico de los libros infantiles. A causa del éxito que tuvo en su lanzamiento, a mediados de los 80’, es muy recordado por la primera generación que lo disfrutó. Es obra de Shirley Hughes, una de las autoras para niños más respetadas. La historia cuenta las vivencias de Katie y su hermano pequeño, y a través de rimas muy pegadizas presenta de forma didáctica muchos conceptos. Además, muestra un niño tal y cómo es, un ser lleno de energía y con ganas de comerse el mundo. Se considera un retrato muy preciso de la infancia, y las definidas ilustraciones también ayudan a ello.