Pocos son los cuentos infantiles ambientados en la Prehistoria. Una excepción de “Ug: el pequeño genio de la Edad de Piedra”, de Raymond Briggs. A través de este relato el autor introduce ideas y reflexiones muy útiles tanto para niños como para adultos, pensamientos que darán qué pensar a más de uno. Ug es un niño cuya mentalidad parece pertenecer a una época muy posterior a la que le toca vivir: la Edad de Piedra. Ug idea inventos tan variopintos como la rueda o los barcos, y sugiere actividades como cocinar a los cocinarlos, sin que ninguno de ello prospere. La culpa de ello la tienen los adultos de su entorno, quienes no entienden para qué sirve todo ello y lo critican. Ug verá así reprimida su creatividad y sus herramientas de prosperidad se verán condenadas al olvido… Algo que tristemente ha sucedido reiteradamente a lo largo de la Historia y en todas las épocas. Y es que debemos de dejar de lado los prejuicios y abrazar cualquier idea que nos permita progresar y mejorarnos. Dar la bienvenida al progreso sin condiciones, una filosofía que le permitió a este libro ser finalista del Premio Nestlé.
“El pequeño pájaro” sólo es una muestra más del enorme talento de Paro Anand como creadora de clásicos modernos para niños. Esta autora, una de las más celebradas en la India en las últimas décadas, nos ofrece una fábula para los días que corren, y es que gira en torno a temas de ecología y respeto por el medio ambiente. En el relato se narra la amenaza que sufren los animales de un bosque por las inundaciones, y cómo ello afecta a su estilo de vida. De forma inconsciente las criaturas buscan alguien que los salve, labor que recae en Piddi, una hembra de pájaro cuya función es sujetar el suelo. De esta forma, Piddi acaba sucumbiendo y fallece en pos del bienestar del resto de animales del bosque. Su valentía y entrega elevan a Piddi a la categoría de heroína, y los animales la venerarán en adelante. Con este transfondo natural, Paro Anand también nos habla de las aptitudes que todos tenemos y debemos demostrar al mundo, incluso los más desfavorecidos y los que piensan que no poseen ninguna virtud.
Desde su publicación en 1989, “Edu, el pequeño lobo” (“Loulou” en su publicación original) se ha convertido en un clásico inmediato de la literatura infantil francesa y una de las principales referencias de lectura temprana en las escuelas, sobre todo del país galo. Y no es para menos, puesto que este fantástico cuento es legible por niños de cinco años a pesar de introducir reflexiones profundas en torno a la amistad, la muerte, la convivencia, el respeto por los demás y las diferencias irreconciliables. A modo de fábula moderna, esta historia de animales está protagonizada por un lobezno, Edu, y un gazapo, Tom. Ambos se conocen de forma fortuita cuando Edu había salido a cazar con su tío pero éste fallece fortuitamente. Como el inexperto Edu nunca había cazado antes y Tom jamás se había encontrado con un lobo, ambos se hacen muy amigos. No obstante, la naturaleza de cada uno hace acto de aparición, y el conejito Tom sueña que Edu se lo come. Esta manifestación del instinto hace que ambos deban separarse obligatoriamente, a sabiendas de que su amistad puede que sea imposible. Como vemos, la narración tiene detalles magníficos y muy serios de la mano de Grégoire Solotareff. Valores que un niño debe aprender desde bien pronto.
Es posible que muchos de nuestros lectores desconozcan a qué historia nos referimos si la llamamos “Los incursores”. Pero si, por otro lado, la llamamos “Los Borrower”, seguro que a más de uno le arrancaremos una sonrisa. Desde su exitosa publicación en 1952 (ganó la Medalla Carnegie), esta peculiar novela de Mary Norton ha acompañado a muchos pequeños lectores. Además, su fama se volvió a catapultar con la adaptación cinematográfica protagonizada por John Goodman. Los incursores son unos diminutos seres, que parecen personas del tamaño de un lápiz, que viven ocultos en los recovecos de las casas. La vida de los incursores gira en torno a evitar ser descubiertos, y a poder sobrevivir con lo que pueden “tomar prestado” de los humanos. El momento en que alguno de ellos es encontrado es inevitable, y la tensión pasa a desplazarse a saber cómo reaccionarán los humanos adultos frente a su presencia. La novela, con mucho ingenio, profundiza en el arraigo familiar, y en el permanecer unidos en los peores momentos, así como en la amistad. De esta forma, uno mismo puede verse reflejado en la forma de vivir de estos entrañables seres, a la sombra de gigantes y con miedo de ser maltratados por otros más poderosos. Hecho que, por suerte, no se da gracias a la buena relación entre los Clock (el apellido de la familia de incursores) y los propietarios de la casa. Un clásico de obligatoria recomendación en las primeras lecturas.
Fantasía y realidad se entrecruzan en este relato por momentos costumbrista y a ratos surrealista. María Merryweather tiene trece años y debe trasladarse a la finca Moonacre con su perro Wiggins y su institutriz. La historia está ambientada a mediados del siglo XIX en Inglaterra. El primo de María vive en un castillo de origen normando y la llegada de la protagonista hará que ésta se sumerja en un mundo fantástico inspirado en los cuentos medievales y la novela caballeresca. Criaturas fantásticas, como unicornios, habitan el valle. Allí María hará amigos imaginarios que luego son personas diferentes en la vida real. Como no podía ser de otra manera, el conflicto imperecedero entre el bien y el mal también se pone de manifiesto en “El pequeño caballo blanco”, en este caso a través de María y su primo Bnejamin. Uno representa la luna y otro el sol. El carácter pacifista de María se impondrá y devolverá la paz a la finca Moonacre. Este libro es un conjunto de ideas ilusorias que calan en el lector de la mano de la excepcional Elizabeth Goudge.
Tratar temas tan serios como la muerte o el suicidio es de por sí muy complicado. Dirigirlos a un público juvenil dificulta todavía más si cabe esta tarea. La pareja de autores compuesta por Vera y Bill Cleaver efectuaron a la perfección la ardua labor de recrear la confusión que los niños sufren ante momentos difíciles que nunca antes han vivido. El protagonista es Grover, un niño que ve cambios raros en su casa tras caer su madre enferma. Su tío le compra a su madre todos los caprichos que ésta siempre ha deseado. Por otro lado, no recibe explicaciones satisfactorias de nadie, y todos se esfuerzan en entretener al pequeño Grover. El chico comienza a sospechar más y más, pero aun así no está preparado cuando su madre se suicida. Su padre se encierra en su soledad, y Grover debe buscar fuera de casa el consuelo que en ésta no encuentra. Es en este momento cuando los Cleaver recalcan la importancia de tener buenas amistades para atravesar los momentos más complicados de la vida. Así, uno aceptará la muerte y madurará de forma óptima, y estará preparado para los obstáculos venideros.
Muchas de las novelas de Leon Garfield están ambientadas en el Londres del siglo XVIII, un escenario que ha demostrado ser hipnótico y cautivador, tanto en literatura infantil como en historias para adultos. En este caso Garfield nos ofrece una novela en torno a un huérfano de doce años, el pequeño Smith. El chico malvive en las calles de Londres y sale adelante llevando a cabo ciertas fechorías. Un día, Smith presencia un asesinato que parece implicar a gente importante, y sabe que su destino peligra pues sabe más de lo que debería. A Smith la justicia le hace la vida posible, y su pasado como malhechor no ayuda para nada a la hora de creer su versión. Además, el protagonista es poseedor de una información relevante que no sabe a quién dar porque no confía en nadie. Ni siquiera él mismo sabe de qué se trata porque es analfabeto y no puede leer la carta. Finalmente, Smith encuentra un hogar donde estar a salvo y donde llevar una existencia más tranquila que la de las calles de una ciudad oscura y criminal. Las sensaciones más fuertes son captadas a la perfección por el autor, quien en ocasiones ha sido comparado tanto por su temática como por su estilo con Charles Dickens.
Nicolás es un niño de edad indeterminada (entre los 6 y los 10 años) que desde su primera aparición como tira cómica en 1959 ha entretenido a los pequeños lectores, sobre todo en Francia. Las historias de Nicolás son las típicas historias de pequeños traviesos y en las cuales los principales personajes son la pandilla de amigos del protagonista. Nicolás no es precisamente el estudiante más aplicado de su clase, pero si el más carismático. Muchos otros niños, de fuerte carisma, lo acompañan y completan un reparto por el que desfilan muchos estereotipos. Por ejemplo, Alcestes, el mejor amigo de Nicolás, es un comilón. Rufo es muy belicoso, Clotario es el marginado, Eudes el grandullón, Agnan el empollón y Godofredo el ingenioso. Además de ellos, los relatos de Nicolás también transcurren en familia y con otros personajes adultos que completan la vida de este chico amigable pero travieso. Si se desea el humor infantil sin malicia pero astuto, cualquier historia de Nicolás puede ser un buen ejemplo de ello.
El ilustrador alemán Quint Buchholz creó este cuento como lectura de cama con una tremenda intención para mandar al niño a dormir. El protagonista es un osito que se encuentra nervioso y no suficientemente cansado, y por tanto no quiere marchar a la cama, a pesar de que sabe que es hora de ello. El texto recoge los pensamientos del osito, y es uno de los puntos fuertes de la historia. Buchholz dota a sus versos de un ritmo que transmiten cansancio, sensación de letargo y ganas de acostarse. El autor es sobro todo dibujante, por lo que también se sirve de su gran habilidad para mostrar imágenes de colores cálidos y tenues, con sensación de apagado, y definitivamente nocturnas. Para ello Buchholz emplea la técnica del puntillismo, lo cual dota de cierto realismo a cada estampa. El osito, en sus divagaciones, recordará lo bien que lo ha pasado durante el día y sabrá que si al día siguiente quiere disfrutar igual, debe descansar. Se trata de un cuento imprescindible para contar antes de dormir.
El protagonista de “Soy el pequeño yo” es un animal indefinible que no encuentra su lugar en el mundo a causa de que no sabe qué es realmente. Viaja para compararse con otros animales y, aunque tiene rasgos de unos y otros, no es como ninguno de ellos. En su periplo es tratado de muchas formas diferentes, causando grandes emociones en el animal a medida que su decepción por su crisis de identidad crece. Finalmente, se replantea la importancia de dicha pregunta y se responde a sí mismo: “¡Yo soy yo!”. Así, se hace hincapié en sentirse conectado con los demás pero sin perder la propia personalidad. Cada uno es como es, y debe quererse por ello. Mira Lobe lo explica muy bien en este fenomenal cuento, ilustrado atractivamente por Susi Weigel.