Las novelas adolescentes cada vez exploran más universos profundos y nada superficiales. Esto se debe a la rápida madurez que nuestros jóvenes experimentan en un mundo progresivamente más interconectado y con mayor flujo de información. Es por ello que los relatos de aventuras y los valores arcaicos están dejando paso a dramas cotidianos más propios de nuestros días. “El niño con el corazón de cerdo” ahonda en estas reflexiones, de tipo ético y moral, sobre todo concernientes a la medicina y sus aplicaciones. Estos dilemas éticos nos parecen claros hasta que nos incumben personalmente, ahí es cuando los sentimientos se anteponen a todo. El protagonista de esta entrañable historia, Camreon, es un joven de trece años de una familia afroamericana y que posee una patología cardíaca grave con riesgo de muerte. Cameron se somete a un xenotrasplante con un corazón de cerdo, aunque no termina de funcionar. Otro tipo de intervenciones son más cuestionables, y el debate interno de Cameron y su familia lo sentirá el propio lector en sus carnes, posicionándose incluso en un lado u otro. Una novela que invita al pensamiento crítico y racional, y al enfrentamiento de éste con los sentimientos humanos.
En “La velada del señor y la señora Cerdo” se entremezclan características de las fábulas tradicionales con situaciones más contemporáneas. De hecho, muchos verán similitud en este cuento con “La caperucita roja” o “Hansel y Gretel”, por ejemplo. La moraleja, como en los dos cuentos citados, es que no se ha de confiar en extraños y que las apariencias de otras personas, a menudo, nos confunden. Los protagonistas son una familia de cerdos. Los padres, el señor y la señora Cerdo, desean evadirse del clima familiar y tener una noche para ellos solos. Por ello, contratan a alguien para cuidar de los cerditos y salen a cenar. No obstante, no se percatan que han cometido el grave error de contratar a una señora Lobo para hacerse cargo de sus lechones. La malvada cuidadora no pierde el tiempo, y tan pronto se queda a solas con los cerditos enciende el horno. Por suerte, entre todos los hermanos consiguen reducir a la señora Lobo y, al llegar el señor Cerdo, ésta es tirada al río. Una fábula moderna que aleccionará al tiempo que mantendrá a los más pequeños enganchados a la historia por saber el destino de los protagonistas.
Muchas veces los padres deben dar la cara por sus hijos y acarrear las consecuencias. Los hijos, también, a veces son responsables de males mayores de los que siendo un niño se puede entender. Algo parecido sucede en “El cerdo de menta”. La protagonista es Poll, una chica cuyo padre confiesa un delito que realmente ha cometido su hijo. La familia es forzosamente separada, y el padre de Poll debe marchar a América a buscarse la vida. La narración transcurre en la Inglaterra victoriana, y se tratan valores como la unión familiar o la madurez. Poll permanece en Inglaterra con su madre y su hermano, a quien debe encauzar. Sin embargo, ya no están en su hogar, sino en una finca de unos familiares. El ambiente rural afectará profundamente a Poll, y el paso del tiempo es representado como metáfora en el pequeño cerdo que da título al libro. En un abrir y cerrar de ojos pasará de ser un pequeño animalito para ser sacrificado. Nina Bawden ganó el Premio de Ficción Guardian Children’s por esta fabulosa novela, un reconocimiento más que merecido.
El estadounidense Ted Dewan vuelve a crear escuela en la historia de Crispín, el cerdito que lo tenía todo. El protagonista es un cerdito rico que dispone de los últimos juguetes del mercado. No obstante, en un cierto momento no le sirven para entretenerse. Crispín se aburre con ellos. Unas navidades, en vez de recibir un nuevo juguete, le regalan una caja vacío a la cual etiquetan como “lo mejor del mundo”. Crispín, indignado, la deja en el jardín. Entonces sus vecinos, Nick y Penny, la ven y la cogen. Ellos, que son pobres, la usan como medio de imaginación para sus juegos, y la caja pasa de ser nada a ser de todo. Desde una nave especial, a un castillo o una tienda. Crispín, por momentos rabioso porque sus vecinos le saquen provecho, pide unirse a ellos con miedo a ser rechazado. Nada más lejos de la realidad, los tres entablan una profunda amistad en la que juegan durante todo el día y se sienten satisfechos al volver a sus casas. Así, Crispín aprende a valorar lo que es tener amigos y sabe que eso sí que puede llenarle y hacerle sentir feliz.