Cuando Lucy Boston escribió “Los niños de Green Knowe” lo hizo pensando en lectores menores de diez años. Es por eso que esta historia no puede ser catalogada dentro del género de terror, ni siquiera en el misterio ni en la intriga. Si esto se hace es porque precisamente contienen elementos característicos de estas temáticas: mansión aislada, apariciones de seres ya fallecidos, clima horrible que invita a permanecer en la casa, atmósfera lúgubre… Nada más lejos de la realidad, tanto esta primera entrega como el resto de la saga nos inculca valores de respeto a los tiempos pasados, y a las personas que vivieron en otras épocas. Tolly, el protagonista, llega a la casa Green Know para disfrutar unas Navidades junto a su bisabuela. Ambos son capaces de comunicarse con fantasmas o, menos despectivamente, apariciones de seres fallecidos. Es así como ambos conviven con total normalidad con Alexander, Linnet y Toby, que vivieron en la misma mansión en el siglo XVII. Todos se respetarán unos a otros, y también se cuidarán mutuamente. La tensión se genera a través de ciertos rasgos sobrenaturales en la trama, siempre en su justa dosis para hacerla atractiva y verosímil al lector.
Las historias ambientadas en el Lejano Oeste no son territorio exclusivo de los escritores norteamericanos. Y, si encima van dirigidas a niños, menos todavía. En “La caravana de los niños”, la holandesa An Rutgers van der Loeff nos narra el periplo de los hermanos Sager desde la costa del Pacífico de Estados Unidos hasta Oregón. Corría 1884 y la aventura de los hermanos tiene su causa en los deseos de su padre. Como podemos imaginar, se trata de un relato donde las emociones y la tensión están presentes en todo momento. El instinto de supervivencia, las crudezas del ambiente y los marcados roles de cada uno de los hermanos convierten a esta novela en toda una delicia. Su objetivo es asentarse en un valle, sueño del fallecido padre de los Sager. En su camino se cruzan con indios nativos, y el hermano mayor, John, debe cargar con la responsabilidad de finalizar la aventura con todos sus hermanos sanos y salvos. Se trata de una de esas historias que engancharán a los jóvenes lectores y le harán valorar las facilidades actuales frente a las desgracias de épocas pasadas.
Esta ganadora del Young Africa Award es un retrato de la vida en la calle. Aunque los acontecimientos transcurren en Ciudad del Cabo, uno puede imaginar que es algo que se da en cualquier gran ciudad del planeta. Johnny es un niño procedente de una familia de ocho hermanos, siendo el más pequeño. Nacido ya en un distrito marginal, Johnny no sabe prácticamente nada de sus hermanos, muchos de los cuales han desaparecido o han sido víctimas de la vorágine urbana. Uno de ellos, Abraham, está vinculado a una banda de criminales, y afectará indirectamente a Johny. Diferentes escenarios como mercadillos, tenderetes, chabolas o, incluso, la prisión, nos son mostrados para que seamos conscientes de la cantidad de gente que sobrevive como puede en condiciones tan extremas. Lesley Beake clama contra las injusticias de la sociedad en “Niños de la calle”, y demanda que muchos no tienen la oportunidad de ser felices por no haber nacido en el lugar adecuado.
Los protagonistas de “Los niños del vagón” son los cuatro hermanos Alden: Benny, Violet, Henry y Jessie. Éstos viven con su abuelo, pues son huérfanos, pero no están a gusto con el trato que éste les brinda. Por ello deciden fugarse de casa y sobrevivir por su cuenta. Los niños comienzan a pasar hambre y penurias por vivir a la intemperie. Pero la suerte cambia para ellos cuando encuentran un viejo vagón de tren abandonado, y lo amueblan y adaptan para que sea su nuevo hogar. Con el trabajo de Henry, el hermano mayor, y objetos que se encuentran, viven muy bien hasta que problemas más graves se cruzan en su camino. Violet se pone enferma y sufren buscando ayuda y medicación, y entonces comprenden que no hay que subestimar la protección de un adulto. Escarmentados por ello, vuelven a casa del abuelo y valoran la vida en familia.
Mila y Yaco (Jip y Janneke en la versión original) son una pareja de niños traviesos, modelo muy empleado en la literatura infantil neerlandesa. Estos pequeños se encuentran en el imaginario popular de varias generaciones de holandeses, los cuales disfrutaron durante su infancia de las aventuras cotidianas de esta curiosa pareja. Al igual que muchos otros ejemplos entre la literatura infantil, Mila y Yaco se complementan, es decir, la acción de uno de ellos provoca la reacción opuesta del otro. Este aspecto es el principal gancho de las historias, pues los niños están deseando ver cómo chocarán ambos. La autora, Annie M.G. Schmidt, escribió historietas de Mila y Yaco para el periódico Het Parool durante 5 años. Mila y Yaco crean a menudo problemas a los adultos que los rodean, pero estos los comprenden después de haberse enfadado ligeramente. Esta frontera entre lo real y lo ideal gustará tanto a pequeños como a mayores.
Al igual que sucede con “Ede y Unku”, la novela “Los niños del número 67” es otro clásico del periodo de entreguerras en Alemania. No obstante, éste es más ambicioso en su recorrido y hace una descripción de los primeros pasos de los nazis en la política del país. El título se debe a una pandilla de niños que son vecinos. Los protagonistas, y líderes de la banda, son Erwin y Paul. La situación de las familias de ambos es diferente, pero Erwin y Paul se unen para defenderlas y mostrar valores de solidaridad. Aunque la época nazi es una mancha en la historia de Alemania, antes del ascenso de éstos al poder la situación económica del país era desastrosa, consecuencia de la derrota en la Primera Guerra Mundial. Ése es el periodo donde se centra la historia. Se trata de una época de agitación en la que tu ideología te cambiaba la vida por completo, y prácticamente estabas obligado a posicionarte en un bando u otro. Amigos y familiares con frecuencia se enemistaban. A pesar de los amargos tragos del destino, al final del libro los niños del número 67 se reúnen en Suiza al final de la guerra y empiezan a propagar valores de libertad y respeto. Este retrato tan fresco de una época tan concreta nace precisamente de la experiencia del matrimonio Tetzner-Held, quienes tuvieron que huir de los nazis.
La fama de los “Cuentos aleccionadores para niños” va estrechamente vinculada a la de su creador, Hilaire Belloc. Como apologista cristiano, defendía un estilo de vida disciplinado y riguroso. De ahí el humor ligeramente oscuro de sus relatos. En cada historia de este libro se narra cómo un niño no se porta debidamente y el correctivo que sufre al respecto, ya sea en manos de sus padres o en manos del destino. El final de cada cuento suele ser quizá demasiado brusco y cruel, pero las moralejas son eficaces. Por supuesto, también son muy entretenidos, y no pretenden asustar a los niños. De hecho, la exageración está presente en casi todos los relatos, lo cual invita a sonsacar lecciones pero sin caer aterrorizado. La pluma irónica de Belloc está perfectamente complementada por las esperpénticas ilustraciones de B.T.B. Si buscas un conjunto de relatos aleccionadores y variados, a la vez que divertidos, éste es tu libro.
La misma autora de “Los buscadores de tesoros”, Edith Nesbit, ofrece esta historia (alargada en varios libros más) de índole fantástica. Mientras que otras obras de Nesbit son más realistas y aptas para su publicación en revistas, en éstas se dirige especialmente a un público infantil con tal de entretenerlo. Todo ello sin renunciar a su crítica social y a la búsqueda de valores humanos. Los protagonistas son amigos entre sí, y descubren un hada de aspecto inquietante en el fondo de un pozo. Ésta les ofrece un deseo cada día por haberla salvado. Muchas veces los deseos no son bien pensados y tienen consecuencias desastrosas. Los efectos de cada deseo acaban al finalizar cada día. Así, los niños aprenderán que muchas de las cosas que ven en sus cuentos no son posibles en el mundo real, y que hay que pensar bien en las consecuencias antes de tomar cada decisión. Al final, lo único que quieren es deshacer el encantamiento del hada, para quedar aliviados. De forma ácida, el hada dice que nunca se lo digan a los adultos, ya que si no ésta se convertiría en un objeto de deseo por parte de los mismos y el sistema social la acabaría por destruir.
“Los niños del agua” es una obra de Charles L. Kingsley en el cual se plasma su ideología socialista y a la vez cristiana. Con ella se pretenden denunciar abusos como la explotación infantil, la prostitución o los trabajos mal pagados. Narra la historia de Tom, un niño huérfano que deshollina para el malvado jefe Grimes. Tras hundirse en un río se transforma en un “niño del agua” y es educado allí por unas hadas. Las hadas le aleccionan a través de situaciones divertidas pero a la vez duras. En el agua coincide con la chica de la que se había enamorado, la hermosa Ellie. Al final debe acudir a salvar a su exjefe, Grimes, debiendo deshacerse primero de sus sentimientos de rabia hacia él. Tras este acto, recupera su cuerpo y se convierte en inventor, revelándose además que Tom había estado muerto.
El “Jardín de versos para niños” es una recopilación de poemas infantiles escrito por Robert Louis Stevenson. El famoso escritor inglés sabía aproximarse a la infancia con un tono inocente pero a la vez perspicaz. Es en esto donde reside la magia de sus versos, muy musicales. El acompañamiento de las ilustraciones originales de Charles Robinson permite evocar la niñez del Reino Unido del siglo XIX. Se trata de un imprescindible entre las escuelas infantiles.