Es un libro para "ver y tocar", y por tanto ideal para iniciar a los niños en el mundo de los libros. Aunque se han vendido más de 7 millones de copias, y han pasado setenta años desde su primera publicación, es un título imprescindible en todos los hogares. Es sin lugar a dudas un clásico.
La autora estaba intentado incorporar interactividad en un libro dedicado a su hija y con esta obra lo consiguió añadiendo elementos de "ver y tocar" y "rascar y oler" y dando un paso enorme en los libros infantiles de la época.
Muchos adultos recuerdan con verdadero cariño los diferentes aspectos y detalles de este libro, por ejemplo la suave piel del conejito, el espejo donde se reflejaban al leerlo, o notaban la aspera barba del papá. Pero además se produjo un gran avance para los niños invidentes, ya que podían disfrutar de un libro a través del tacto, dejando atrás los que eran visuales.
La propia hija de Edith Kunhardt escribió posteriormente otros libros similares: Pat el gato, o Pat el cachorro y Pat el pony.