Qué mejor forma de contarle a un adolescente un periodo difícil y oscuro que con sentido del humor. Y, si es con animales, mejor que mejor. Esto es lo que consigue Bernardo Atxaga a través de su hilarante “Memorias de una vaca”. Mo, la vaca protagonista, vive en Balanzategui en un valle. Su colega es La Vache qui Rit y, como podemos imaginar, ambas conforman un tándem que arrancará la sonrisa de cualquier lector. Mo quiere ordenar su vida y por ello comienza a escribir sus memorias. Otro personaje entrañable es Bernadette, una monja que la cuida. Y, a través de la propia Mo, conocemos la existencia del Pesado, una especie de voz que encauza la conducta de nuestra peculiar protagonista. A Mo no le gusta ser una vaca, pero esto no es lo único que la atormenta. “Memorias de una vaca” trata temas como la amistad y la soledad de forma novedosa, y además emplaza la historia en la posguerra de España, un momento difícil que así si que apetece revisitar.
Otro fabuloso cuento del animador Mo Willems es “Knuffle Bunny: Cuento con moraleja”. Basado en las vivencias del autor con su hija, los protagonistas del cuento son Trixie y su padre. La pequeña Trixie se va con su padre a hacer todo tipo de mandados y se lleva consigo a su conejito de peluche. Trixie acompaña a su padre y de vez en cuando le supone más de un quebradero de cabeza. Al volver a casa, Trixie olvida su peluche en la lavandería, y, como no sabe comunicarse, se pone histérica. La madre al final descifra lo que Trixie quiere decir y recuperan el peluche. Las primeras palabras de Trixie llegan tras recuperar a su amado conejito: “¡Knuffle Bunny!”. El estilo del libro también es muy particular, incluyendo el texto en recuadros verdes al tiempo que las ilustraciones son dibujos sobre fotografías en sepia. Mo Willems fue también aclamado por la crítica en esta ocasión.
El animador Mo Willems se reconvertiría como escritor con esta primera incursión en el campo de la literatura infantil. “¡No dejes que la paloma conduzca el autobús!” es un cuento tremendamente interactivo que además hará reflexionar al pequeño lector. El niño debe sentirse identificado con la paloma, pues Willems la describe como un ser caprichoso y persuasivo. El padre o adulto, por otro lado, debe cumplir el rol de conductor de autobús. El texto se dirige al lector de forma espontánea, como si entablara una conversación con él. La historia cuenta cómo el conductor de autobús debe dejar estacionado momentáneamente su vehículo y solicita al lector que cuide que no se lo roben y, sobre todo, que no deje que la paloma la conduzca. La paloma se convertirá como un niño, con súplicas, pataletas, histeria y negociación desesperada. Por supuesto, como sucede con un niño, esta rabieta será temporal, y pronto se le pasará. El conductor acaba dando las gracias al lector por haber cuidado del autobús. Se trata de un libro didáctico a la vez que curiosamente entretenido.