Las novelas adolescentes cada vez exploran más universos profundos y nada superficiales. Esto se debe a la rápida madurez que nuestros jóvenes experimentan en un mundo progresivamente más interconectado y con mayor flujo de información. Es por ello que los relatos de aventuras y los valores arcaicos están dejando paso a dramas cotidianos más propios de nuestros días. “El niño con el corazón de cerdo” ahonda en estas reflexiones, de tipo ético y moral, sobre todo concernientes a la medicina y sus aplicaciones. Estos dilemas éticos nos parecen claros hasta que nos incumben personalmente, ahí es cuando los sentimientos se anteponen a todo. El protagonista de esta entrañable historia, Camreon, es un joven de trece años de una familia afroamericana y que posee una patología cardíaca grave con riesgo de muerte. Cameron se somete a un xenotrasplante con un corazón de cerdo, aunque no termina de funcionar. Otro tipo de intervenciones son más cuestionables, y el debate interno de Cameron y su familia lo sentirá el propio lector en sus carnes, posicionándose incluso en un lado u otro. Una novela que invita al pensamiento crítico y racional, y al enfrentamiento de éste con los sentimientos humanos.
“¿Mortal, Unna?” fue nombrado en 1999 el Libro del Año por el CBCA de Australia. La narración transcurre en una aldea de la costa, y el argumento se vale de elementos muy idiosincráticos del país austral, de ahí su éxito. Además, Phillip Gwynne la elaboró como obra parcialmente autobiográfica, lo cual ayuda a alcanzar profundidad en las temáticas de adolescencia y amistad que se tratan. El protagonista y narrador es Gary Blacky, adolescente que juega al fútbol australiano. Además de Blacky, otros personajes de relevancia son su violento padre, el entrenador Arks, el viejo Darcy y su compañero de equipo el aborigen Dumby Red. La historia que se entreteje establece una crítica sobre las tensiones raciales todavía existentes entre ciertos sectores de población, aun teniendo en cuenta la relativa paz con la que se convive en Australia. Gwynne prosiguió la saga, en la cual enaltece todavía más las relaciones entre blancos y aborígenes. El fútbol australiano, por otro lado, sirve como escenario para valores de lucha, sacrificio y superación. Un relato profundo e imprescindible.
La Gran Depresión ha sido un periodo histórico que literatos, sobre todo estadounidenses, han estudiado para nutrir sus relatos. Fue una década cruda, posterior al Crack del 29, caracterizada por las hambrunas, la sequía y las migraciones en pos de un trabajo digno. A estos años nos transporta Karen Hesse en “Lejos del polvo”, libro vencedor de la Medalla Newbery en 1998. La protagonista es Billie Jo, hija de granjero, quien vive en Oklahoma en un invierno de difícil cosecha. El cuento se estructura a través de cartas que Billie Jo escribe a alguien que podría ser el propio lector, en verso. La crudeza del día a día se edulcora con ilusiones que llegan a la familia, como el nuevo embarazo de Ma o las ganas de Billie Jo de aprender a tocar el piano. A pesar de la lucha diaria, la desgracia se cierne sobre ellos y un incendio provoca quemaduras en ambas, falleciendo Ma y con ella el bebé. Billie Jo sobrevive pero el dolor le aleja de su padre, aunque el tiempo acaba curando su pesar y nuestra amada protagonista regresa a la granja para convivir con él y fuertemene salir adelante. Una historia de superación y de épocas pasadas terribles y difíciles que nos harán valorar el presente que tenemos.
Es sumamente complejo manejar un relato de accidentes físicos y superación sin caer en banalidades o en tópicos. Wendy Orr supo hacerlo magistralmente en “Pelando la cebolla”. Anna Duncan protagoniza una novela en la cual su vida y sus ambiciones como karateka se ven fortuitamente truncada por un accidente que le impide volver a caminar con normalidad. Anna no soporta la compasión ni la condescencia de los que le rodean, especialmente su mejor amiga y su novio. Cuando más hundida se cree Anna, la vida le brinda una nueva oportunidad enamorándose otra vez. Es entonces cuando su psicología se transforma de forma óptima para vencer su lesión: comienza a valorar lo que tiene en vez de lamentarse por lo que no tiene. Nominado al CBCA de 1997, este relato fue un verdadero fenómeno en Australia, potenciado además de por su historia por la declaración parcialmente autobiográfica de la autora. Una ficción muy real en la que el drama convive con el humor, como en la vida misma.
“El niño que dormía con nieve en la cama” es una de las varias incursiones que el célebre autor sueco Henning Mankell ha efectuado en la literatura adolescente. Y es que este escritor es uno de los máximos exponentes de la novela negra escandinava (más que recomendables son sus libros protagonizados por el inspector Kurt Wallander). El protagonista es el adolescente de trece años Joel Mankell, quien ya había aparecido en dos novelas previas. La psicología del personaje empieza a sufrir una metamorfosis, la cual se traduce en un cambio de la visión del mundo y de las perspectivas vitales. Joel siente que su pueblo se le queda pequeño, y la chica de la que se enamora, diez años mayor que él, no le corresponde. La reacción de Joel para hacerse notar es empezar a tocar en un grupo de rock e intentar ser famoso, ínfulas que a todos nos han perseguido alguna vez. Mankell maneja a la perfección problemas individuales desde un punto de vista universal, con una prosa cuidada y poética, ingredientes que componen esta novela extrañamente cautivadora.
La Medalla Carnegie de 1994 tuvo como galardonada a la escocesa Theresa Breslin y su relato sobre un niño triste y que no se siente a gusto en ninguno de los entornos en que le toca vivir. Solomon tiene dislexia, y por su condición no es tratado bien por sus compañeros ni por sus maestros. Además, viene de un hogar destrozado por una madre fugitiva y un padre sumido en el alcoholismo. El nombre de la novela, “Susurros en el cementerio”, se basa en las escapadas que Solomon efectúa a un camposanto, único lugar en el que no se siente a disgusto. Tras percibir susurros extraños, se dará cuenta que se encuentra en medio de una imperecedera lucha sobrenatural entre las fuerzas del mal y las del bien. Solomon pasa de ser ninguneado a un héroe porque su implicación resulta esencial para salvar a la hija de un maestro. No es casualidad que esta historia fuera aclamada por la crítica, y es que Breslin ha declarado en más de una ocasión que es una forma de mostrar cómo el ambiente puede condicionar la forma de ser de un adolescente, muy maleable, y de las metáforas sobre las buenas y las malas decisiones en la vida.
Cuando uno atraviesa verdaderas dificultades, le gusta verse reflejado en otros para compartir sus penas. No sólo se trata de mitigar el dolor con el apoyo de tus seres queridos, sino sentir que hay personas en tu misma situación y os podéis auxiliar mutuamente. Esta sensación se hace muy intensa durante la adolescencia, donde las inseguridades están a flor de piel. Y es uno de los pilares de “Entre dos lunas”, mangífica novela ganadora de la Medalla Newbery en 1995. Sal Hiddle, con tan sólo trece años, se muda a Ohio con su padre después de ser dejada de lado por su madre. Aunque Sal se enorgullece de sus raíces indias, no se encuentra cómoda en su nuevo hogar. Allí conoce a Phoebe, una niña que atraviesa una situación más o menos pareja. En el relato se emprenden viajes interminables para tratar de convencer a sus madres que regresen con ellas. Las consecuencias son felices para Phoebe pero no así para Sal. Dichos periplos son sólo una excusa que Sharon Creech emplea para hablarnos de la búsqueda de identidad, de la pérdida y de la aceptación de las separaciones. Como podemos imaginar, una historia conmovedora y desgarradora, y por ello fiel a la vida misma.
La literatura juvenil australiana siempre ha destacado. Su consideración internacional es absoluta, y sus obras suelen adquirir éxito crítico y comercial. Incluso dentro de este status se podría aseverar que la literatura infantil en Australia vivió una época dorada en la década de los 90. Un ejemplo de ello, además de otros ya citados, es esta “El hechizo del zorro”, galardonada con el Premio del CBCA en 1995. La autora Gillian Rubinstein (inglesa de nacimiento, cabe puntualizar) evoca un ambiente sobrenatural en torno a una situación cotidiana, y así trasciende su diálogo con el lector adolescente para que se identifique. El protagonista, Tod Mahoney, debe mudarse al medio rural australiano con su madre y sus hermanas para vivir con su abuela, dejando atrás Sidney. Este cambio tan brusco provocará cambios en Tod, el cual queda impactado con un zorro que encuentra muerto en un camino. Esto y la presencia de otros zorros servirán como metáfora de los sentimientos de Tod, el cual no está a gusto y se encuentra exiliado y alienado. Rubinstein aprovecha para establecer descripciones de la cultura de su país, y sabe jugar a la perfección con la trama dejando sensación de ambigüedad en el lector. Al fin y al cabo, la reflexión te ayuda a madurar, y eso es lo que se consigue en “El hechizo del zorro”.
Un autor siempre aporta credibilidad a su obra cuando lo que narra ha sido fruto, aunque sea parcialmente, de sus propias experiencias. Los sentimientos transmitidos adquieren profundidad y las cotas de realismo alcanzadas son superiores. Para escribir “Calles frías”, Robert Swindells se obligó a vivir y dormir en los ambientes urbanos de Londres. El resultado es una novela que, pese a publicarse en los 90, sigue generando controversia por los polémicos temas que trata. Vidas rotas, abusos, asesinatos, drogadicción… Todo ello tiene cabida en “Calles frías”, a través del protagonista Link, Ginger, Gail y un ex militar. Medalla Carnegie en 1993, esta novela es imposible que deje indiferente a nadie, y es una buena iniciación a los horrores mundanos para el público adolescente. También, vista de otro modo, es una historia de denuncia social y de crítica al desamparo que sufren aquellas personas que son tratadas como si no valiesen nada.
Las novelas deportivas tienen entre el público joven uno de los sectores más fieles. Así lo demostró, una vez más, el australiano james Moloney con su saga centrada en el atleta Gracey. El primer libro, “El joven Dougy”, recibe el nombre del hermano adolescente de Gracey. Por un lado, Dougy siente verdadera admiración por su hermano mayor y por los éxitos que cosecha. Por otro lado, esto supone una losa para su motivación y se considera a sí mismo un fracasado. Los dos hermanos son aborígenes, hecho que le abrirá puertas a Dougy además de su elevada estatura. Los éxitos de Gracey incrementan el reconocimiento del pueblo aborigen en Australia, pero por otro lado reavivan las tensiones raciales. De hecho, su devenir es sólo una excusa para mostrar un trasfondo de violencia e injusticia. Dougy encontrará su sitio en el mundo pero antes deberá sufrir. Como podemos ver, valores de igualdad, solidaridad y esfuerzo son transmitidos a través de esta excepcional historia que emplea el atletismo como excusa.