“El muñeco de nieve” es una de esas historias asociadas a la Navidad cada vez que ésta llega. No obstante, Raymond Briggs no la creó con la intención, puesto que el relato puede darse siempre que haya un bonito paisaje nevado. El niño protagonista sale a hurtadillas de su casa por la noche para jugar con el muñeco de nieve, el cual cobra vida. El muñeco es bondadoso y además no está frío como el resto de la nieve. No obstante, hay cosas que no puede hacer para no derretirse. A pesar de ello, juntos el niño y el muñeco descubren un mundo de posibilidades. Sobre todo cuando el muñeco le demuestra que puede volar y le enseña paisajes inspirados en el propio hogar del autor. Cuando la nieve se derrite el muñeco desaparece, pero el niño sabe que volverá. Por ello, el final es agridulce pero esperanzador, típico de Briggs. Igualmente sucede con sus dibujos afables y su conexión con los más pequeños.