La controversia es una de las señas de identidad de las obras de Fleur Beale, escritora neozelandesa prolífica que recibió un premio nacional en 1999 por “No soy Esther”. Esta vez el turno es del sectarismo religioso y la fe ciega. La protagonista, Kirby, pierde a su madre en extrañas circunstancias y debe irse a vivir con su tío Caleb. Éste es miembro de la secta Hijos de la Fe, cuyos valores se oponen a las nuevas tecnologías y al estilo de vida moderno. Esto contraría mucho la moral de Kirby, quien no está a gusto con su nuevo rol. Mucho menos cuando oscuros y violentos detalles sobre la secta empiezan a descubrirse. La gota que colma el vaso es cuando le hacen cambiar su nombre original por el de Esther, algo por lo que nuestra protagonista no está dispuesta a pasar. La autora censura este tipo de prácticas religiosas y contextualiza al adolescente como moldeable en estos ámbitos, además de criticar abiertamente la crueldad e ignorancia de los que llevan a cabo estas actividades.
Las novelas adolescentes cada vez exploran más universos profundos y nada superficiales. Esto se debe a la rápida madurez que nuestros jóvenes experimentan en un mundo progresivamente más interconectado y con mayor flujo de información. Es por ello que los relatos de aventuras y los valores arcaicos están dejando paso a dramas cotidianos más propios de nuestros días. “El niño con el corazón de cerdo” ahonda en estas reflexiones, de tipo ético y moral, sobre todo concernientes a la medicina y sus aplicaciones. Estos dilemas éticos nos parecen claros hasta que nos incumben personalmente, ahí es cuando los sentimientos se anteponen a todo. El protagonista de esta entrañable historia, Camreon, es un joven de trece años de una familia afroamericana y que posee una patología cardíaca grave con riesgo de muerte. Cameron se somete a un xenotrasplante con un corazón de cerdo, aunque no termina de funcionar. Otro tipo de intervenciones son más cuestionables, y el debate interno de Cameron y su familia lo sentirá el propio lector en sus carnes, posicionándose incluso en un lado u otro. Una novela que invita al pensamiento crítico y racional, y al enfrentamiento de éste con los sentimientos humanos.
Philippa Pearce usa una vez más los elementos autobiográficos típicos de su obra en este “Minnow en el Say”. El escenario es el medio rural inglés que envuelve a Cambridge y la época es la infancia durante las vacaciones de verano. Aunque posee reminiscencias de la niñez de Pearce, el protagonista es David, quien ayuda a Adam Codling a encontrar un tesoro vital para este último. Si no lo consigue, corre el riesgo de ser excluido por su familia. Aunque la premisa es la de una novela de aventuras, la historia va mucho más allá, sirviendo de crítica de las desigualdades sociales en la Inglaterra de los años 50. Ahí reside la riqueza del libro, junto a matices que evocan sensaciones agridulces de la infancia. Y es que, a pesar de que infinitamente es una época de felicidad cuando se vive, también nos acompañaron en ella acontecimientos difíciles que nos han marcado y que hemos debido superar. Y que, por supuesto, han moldeado nuestra mentalidad adulta. Philippa Pearce se adelanta a todo ello enseñándoselo al pequeño lector con este excepcional relato.
“El viejo Tom” (“Old Tom”) se convirtió casi desde su publicación en un éxito de ventas en Australia, ganó el S.A. Kanga Award., dio pie a una saga de cuentos e incluso disfrutó de una serie de televisión. Todo ello ha convertido a Tom en uno de los personajes más carismáticos y reconocidos de la literatura infantil australiana reciente. Y es que este “monstruito”, definido por el propio autor Leigh Hobbs como un cruce entre un perro pastor australiano y un diablo de Tasmania, se ha ganado el corazón de los más pequeños e incluso de muchos adultos. Tom llega a casa de Angela Throgmorton en una cesta, y ésta, bondadosa, lo acoge y lo cría. Pero la aparentemente infinita paciencia de Angela comienza a mermar conforme Tom hace más y más travesuras, comete descuidos y presenta comportamientos maliciosos. Cuando la convivencia entre ambos se hace imposible, Angela lo echa de casa. Tom pasa dificultades y es capturado, y Angela lo rescatará y el entrañable “monstruito” se portará bien desde entonces. Acompañado por su espina de pez como mascota, Tom es todo un icono infantil y una de las primeras experiencias de los niños de Australia con la lectura.
El éxito comercial de la primera publicación de “Pablo Diablo” (“Horrid Henry” en su versión original) se vio reforzado con una tremenda acogida de las siguientes entregas de la serie, que elevaron el número de ejemplares vendidos a casi veinte millones. Esto propició la adaptación de las historias de este travieso chico a televisión, y a que incluso tenga su propio sitio web. La trama ideada por Francesca Simon y los enérgicos dibujos de Tony Ross se complementan para crear una historia fresca que bebe mucho de los antiguos pillos, idiosincráticos de la literatura infantil británica de mitad del siglo XX. Pablo Diablo es revoltoso y vive el día a día como si fuese una aventura, exprimiendo sus energías al máximo. En sus peripecias lo acompañan un sinfín de secundarios de divertidos nombres y extravagantes comportamientos. Situaciones cotidianas, tanto en familia como en la escuela, se desvirtúan y provocarán carcajadas a los lectores. Éste es el principal gancho de esta aclamada saga, imprescindible obra infantil de las dos últimas décadas.
Los cuentos infantiles a menudo dan pie a adaptaciones televisivas, cinematográficas o teatrales. Los niños son un público fiel y fácil de contentar, y si un producto alcanza un cierto éxito como libro, casi con toda probabilidad expandirá el negocio a otros medios. Pocas veces un libro es creado a partir de la historia original de otro medio. Por eso. “Playa de alquitrán” es una excepción y muy rara además. Y es que Faith Ringgold publicó un libro para niños a partir de una de sus célebres story quilts o colchas de retazos, grandes telas tejidas que muestran una historia. Ringgold es famosa por estas obras de arte, las cuales ha expuesto en sitios como el Guggenheim de Nueva York. Allí está precisamente Tar Beach, germen de este cuento. La narración se centra en una familia afroamericana donde la hija, Cassie Louise Lightfoot, con tan sólo ocho años anhela deseos de libertad. Cassie de pronto se encuentra sobrevolando el Nueva York de 1939 y maravillándose con los edificios que vislumbra. La propia autora la ha calificado de obra autobiográfica y de ficción a la vez. Tal fue el éxito de este experimento que Ringgold recibió un Caldecott Honor Book en 1992, y prosiguió la serie sucesivas entregas.
Aunque mucha de la literatura infantil que conocemos internacionalmente procede del mundo anglosajón, ya sea Inglaterra, Estados Unidos o Australia (un foco cada vez más predominante de producción de obras para niños), hay muchos países o regiones con fuerte arraigo en la publicación de exitosos cuentos. Por ejemplo, Francia o Escandinavia. Respecto a esta última, los países nórdicos han sido un referente mundial durante todo el siglo XX, y se sigue manteniendo gracias a libros como “Else-Marie y sus siete pequeños papás”. Este cuento bebe de la extravagancia de la literatura sueca, y la autora Pija Lindenbaum es todo un ejemplo moderno. La narración muestra a Else-Marie, una niña de seis años normal que tiene no uno sino siete padres. Esto impedirá a Else-Marie ser feliz pero más por psicología que por los acontecimientos reales. Y es que la protagonista sólo piensa en el “qué dirán”. Los siete papás son diminutos y están muy ocupados. Finalmente, nadie presta verdadera atención al hecho ni trata a Else-Marie de forma rara, y la autora nos da una lección para admitir la diversidad social y que uno no debe temer a ser diferente, pues todos somos distintos y poseemos valores de los que sentirnos orgullosos.
Patricia Polacco se lanzó con una enternecedora historia, prácticamente autobiográfica, que cuenta el devenir de una familia a lo largo de todo un siglo. Y para ello se vale de un objeto de tremendo valor sentimental, leitmotiv con el que muchos lectores pueden sentirse identificados. Para Polacco, dicha “joya” familiar es una colcha, la cual da título a la obra. La colcha fue confeccionada por la tatarabuela de la autora tras inmigrar a Estados Unidos, y desde entonces protagonizó los instantes más relevantes de esta familia judía de origen ruso. Los recién nacidos eran arropados con ella, presidió estancias como dosel, acompañó celebraciones como mantel y, sobre todo, sirvió para calentar en los momentos más fríos. La autora siempre ha demostrado que esta manta tan especial, protagonista absoluta de “La colcha de los recuerdos”, todavía es usada, y las generaciones que están por venir… Un conmovedor cuento de familia aderezado además con las ilustraciones al carbón de la propia Polacco.
Si hubiese que destacar algún autor infantil que sea conocido, todavía en la actualidad, en casi todo el mundo, uno de los mejores candidatos sería Roald Dahl. Sin ningún tipo de duda, Dahl cosechó éxitos que nadie ha obtenido, además de ser totalmente vinculado al mundo de la literatura para niños. Las múltiples y constantes adaptaciones de su obra en varios medios han ayudado también a mantener su fama. Uno de los cuentos más célebres de Dahl es “Matilda”, protagonizado por una niña muy inteligente que tiene la voluntad de demostrar a sus mayores que sabe más que ellos. Sus padres son el polo opuesto, pues no les gusta que su hija lea tanto y piensan que eso la vuelve estúpida. Entonces Matilda encuentra otra salida, más allá de la lectura, para poder demostrar lo que vale, y es destacando en la escuela. Matilda se interpone en el camino de la malévola directora Trunchbull salvando a la adorable maestra Honey. Igual que otros relatos del escritor inglés, “Matilda” contiene elementos fantásticos que salpican la historia y la vuelven más atractiva. Y es que Matilda es una de las heroínas más queridas por los pequeños lectores y un espejo en el que mirarse, desde su primera publicación en 1988.
Allan Baillie y Jane Tanner, autor e ilustradora, formaron un tándem para sacar a la luz uno de los libros más peculiares publicados. “Drac y el Gremlin” es un cuento que tiene como particularidad el narrar dos historias aparentemente diferentes pero en el fondo iguales, todo es cuestión de la interpretación. Y es que el texto parece ir por un lado y las ilustraciones por otro. Los dibujos embelesan al lector, pues el estilo de Tanner es muy sensorial y realista, realmente evocador. Además, se manifiestan sensaciones positivas y alegres. No tan optimistas son las palabras de Baillie, quien muestra que el trasfondo es más serio y grave. Flores, animales, reinas, magos, monstruos, dragones y un sinfín de imaginativos personajes pueblan “Drac y el Gremlin”, un experimento de literatura infantil que ningún pequeño lector debería pasar por alto.